Tuesday, July 10, 2007

Son de mar (novela) (1999)


A pesar del ejercicio de contención que Manuel Vicent hace en esta su última novela, los miembros del jurado del Premio Alfaguara no debieron de tener ninguna dificultad para adivinar quien se escondía tras el obligado seudónimo Capitán Ajab, otra metaliteratura de esta obra tan metaliteraria. Todos o casi todos los temas habitualmente vicentianos –el mar (mediterráneo), los mitos clásicos, las sensaciones olfativas, gustativas, táctiles, visuales, auditivas, la poética de lo insólito cotidiano (no es una contradicción)- están presentes, como no podía ser de otro modo, en esta parábola, tan geométrica como literaria, del amor, la vida, la resurrección y la muerte. La peripecia del protagonista, un profesor de literatura, rapsoda de los héroes de la antigüedad clásica, héroe también él mismo, que no en vano se llama Ulises y se afinca en Circea, de dónde parte para emprender su particular viaje no sólo iniciático a todas las Ítacas conocidas o imaginables, antigua y modernas, permanece semivelada tras los avatares cotidianos de los habitantes del pueblo y se proyecta después en primer plano para culminar la consumación última del amor absoluto de Martina por Ulises y la entrega de éste al sublime sacrificio amatorio final: Ulises no es vulnerable al arpón de Basilio ni al cocodrilo de Alberto Sierra, pero sí a “la materia de la que están hechos los sueños”.

Los bancos de sardinas o de caballas que provocan infartos cuya evocación suelta el lagrimal de Quisquilla, la descabellada historia de Tatum Novack y Jorgito el Destripador, tierno loco de amor y sífilis, la supervivencia de Requena – Jonás al embate de las olas sobre la gruta, los ojos del caballo en el fondo del aljibe, los leprosos leonados, la estampa de Yul Brynner de smoking en la popa del Son de Mar… y tantas otras metáforas, van sazonando la narración y dándole el inconfundible perfume Vicent que tanto nos deleita a sus incondicionales.

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