Tuesday, July 10, 2007

Nubosidad variable (2000)


Fue un éxito de promoción y ventas en los años 1992 y 1993. Pero Carmen Martín Gaite para nada necesitaba de tales alharacas. Esta gran dama de las letras españolas tenía sobrados merecimientos para brillos editoriales aún más deslumbrantes. Lo curioso del caso es que, de no ser porque Mariné lo retiró de la biblioteca de su instituto, me hubiera quedado aún a estas alturas sin disfrutar de este gozo.

Diré de entrada que hay más femenil sabiduría en esta obra mayor que en toda la literatura feminista publicada desde la invención de la imprenta a esta parte. Carmen tampoco necesitó jamás revolucionarse, ni tan siquiera desmelenarse, para dejar todas las cosas en su justo lugar. Desde El Balneario y Entre visillos hasta su estupendo ensayo Usos amorosos del dieciocho, pasando por la delicadísima Retahilas, ya nos tenía la ilustre salmantina muy bien acostumbrados a su agudeza, capacidad de observación y finura de estilo.

El encuentro de dos viejas amigas de infancia en una galería de arte y los escritos cruzados, no sólo epistolares, que este encuentro propicia son la percha de la que cuelga todo el magnífico vestuario artístico que Martín Gaite va haciéndonos pasar ante nuestros ojos maravillados.

Ocioso sería especular cuánto hay de la propia autora en cada una de sus personajes Mariana León del Río, la solvente pero vulnerable psiquiatra, y Sofía Montalvo, la creativa y vital ama de casa que jamás renuncia a su mismidad sensitiva y lúcida. Lo definitivo es la sutilísima elegancia de los retratos que Martín Gaite va perfilando con trazado tan maestro que los permite destacarse sobre sus importantes y tentadores secundarios sin que estos últimos sean víctimas del más leve menoscabo literario. Tal es el fuste de esta poderosa columna, que resiste incluso la fantasmagoría operada en la transmigración momentánea que Sofía sufre (o goza) en su noche del refugio. El figurado work in progress que Doña Carmen nos monta a los lectores es un viejo y familiar recurso que no seríamos capaces de tolerar a unas manos menos expertas que las suyas, en las que el juego posee la gracia alada que tienen las más aparentemente sencillas triquiñuelas musicales del mismísimo Mozart.

Permítaseme una estúpida banalidad: En Asturias hay cuatro Polas, pero ninguna de ellas es Pola de Langreo. Habrá que suponer, pues, que el sufrido joven Antonio es de Sama de Langreo, de La Felguera o, todo lo más, de Ciaño de Langreo, si es que Martín Gaite lo quiere nacido en el municipio asturiano de Langreo.

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