Sunday, July 08, 2007

El amargo don de la belleza (1997)


La vocación egipcíaca de Terenci Moix viene de lejos. Él mismo, en alguna ocasión, se hizo llamar Terenci del Nilo y obras como Sinuhé el egipcio o películas como Cleopatra o Los diez mandamientos forman parte de la dieta cultural de adolescencia más cara a sus aficiones y sentimentalidades. No se puede decir que no haya sacado un copioso provecho de su querencia. Con No digas que fue un sueño obtuvo el premio Planeta y un éxito de ventas sin precedentes ni tan siquiera en la prolífica editorial patrocinadora del premio. Con El amargo don de la belleza gana el premio Fernando Lara, de la misma editorial, y alcanza, sólo en la primera edición, la cifra de cuarenta mil ejemplares. Actualmente, presenta en televisión un programa sobre egiptología y egiptólogos, cuyos índices de audiencia desconozco, pero me atrevo a aventurar que no son escasos.

El trasfondo histórico de la novela es la revolución religiosa de Akenaton, con las libertades y licencias que son de rigor en una obra de creación y que el autor justifica plenamente en un epílogo no del todo innecesario. Como no podía ser de otra manera, tratándose de quien se trata, la reina Nefertiti es el personaje central de la narración y el objeto del amor obsesivo del personaje narrador, el pintor cretense Keften, supuesto compañero de juegos de los futuros reyes del culto monoteísta al sol, bienamado de mujeres, hombres y hasta de su propio hijo. La fugacidad de la belleza, el carácter perecedero de la creación artística, el amor como fuerza invasora, la pederastia (el erómano y el erasta) son temas muy terencianos y son, por supuesto, temas principales de la novela que nos ocupa, a la que no faltan pinceladas de humor de fabricación casera y zascandilerías de marca del autor. La novela se deja leer con facilidad e incluso con gusto, de modo que, sin ser una obra maestra del género, consigue que este humilde lector no abandone su vieja debilidad por el ya talludo niño que irrumpió con El día que murió Marilyn, obra esencial de Terenci, que junto con los tres volúmenes aparecidos de su autobiografía, sigue siendo lo mejor de su producción variopinta y múltiple.

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