Monday, July 09, 2007

La Caverna (2001)


El propio Saramago ha expresado en alguna entrevista la relación de conjunto que guardan esta su última novela y las dos anteriores, Informe sobre la ceguera y Todos los nombres, de modo que no resulta incorrecto hablar de una trilogía. La ausencia de inicial “planificación” u originario propósito en absoluto obsta para la trinitaria consideración que se viene apuntando. En efecto, hay un hilo conductor de los tres relatos, más allá de su común carácter alegórico. Para identificar este hilo conductor, se me antoja no del todo inadecuado el término pérdida. Pérdida de la lucidez, en el Informe …, de la distintiva identidad en Todos los nombres, del “ser en el mundo” en La caverna, si es que estas tres radicales pérdidas no son, en realidad, una y la misma, absoluta y ¿definitiva? pérdida.

Los signos de interrogación que adoso al adjetivo definitiva están autorizados, según me parece legítimo creer, por la voluntad literaria del autor, explícita, a mi entender, en los no del todo conclusivos finales de los tres relatos, en los que se apunta o vislumbra un foco de luz que, no por débil y vacilante, deja de permitir que quede a nuestra propia merced la posibilidad de abrir y ver el camino de la restitución o de la recuperación. En un mundo que nos aboca a la pérdida radical y absoluta, que o nos engulle o nos hace sentir como única posibilidad de supervivencia el cambiar la vida, puede aún quedar abierta la posibilidad de cambiar de vida y, si el cambio prospera y cunde, podría también cambiar el mundo.

La peripecia de Cipriano Algor, su hija Marta y su yerno Marcial Gacho, con el perro Encontrado y la viuda Isaura Estudiosa (o mejor Isaura Madruga, pues Estudioso era tan solo el apellido de su difunto marido), el crecimiento tentacular, acromegálico, del Centro, la alfarería, la conservación a recaudo del producto artesano, el éxodo no claudicante, ilustran la poderosa alegoría, en la que el hallazgo físico de la mismísima caverna del mito platónico puede parecer traído por los pelos para justificar el sugestivo título de la novela: no es tal mi opinión, sino la de que el recurso al mitema con que Platón ilustró su teoría de las ideas resulta perfectamente pertinente y adecuadamente constitutivo de la misma trama alegórica e incluso de la narratividad de la obra.

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