El muy inteligente y buen amigo Andrés Sobrino me regaló este breve pero intensísimo relato de Rafael Chirbes, que ya me había dado a conocer con La caída de Madrid. Todas las excelencias ya comentadas respecto de esta novela son predicables de esta otra, casi diez años anterior, y tan distinta en tono, ambientes y materia narrada.
Los avatares de una familia valenciana en los gélidos, durísimos y sórdidos años de posguerra constituyen un soporte que sólo con infinita mala fe, despreciable ignorancia, o ambas cosas a la vez, se puede tildar de manido o literariamente pobre. El personaje protagonista, esa destrozada mujer a quien la carcoma de la vida va dejando vacía, pero firme, difícilmente encuentra parangón de grandeza literaria similar en las letras hispánicas, actuales o pretéritas. Es este otro relato que se lee de cabo a rabo, conteniendo la respiración y sin tregua posible. Gracias, Andrés, por tan valiosa joya.
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