Monday, July 02, 2007

Antonio Martínez Sarrión, amigo ( diciembre de 2000)


ESQUIRLAS

Este sugestivo título acoge una nutrida colecta de apuntes misceláneos, atractivo y no demasiado frecuente género literario que el amigo Martínez Sarrión ya había explorado con muy convincente maestría y reconfortante honestidad en Cargar la suerte. No me convence demasiado el calificativo de diario no biográfico que algunos críticos le otorgan. Los registros de Sarrión son productos de catalogación difícil, que van desde el aforismo a la reflexión política o social, pero que, muy mayoritariamente, tienen a la literatura como sujeto principal. Como no podía ser menos, las espigas de este haz lucen un irrenunciable subjetivismo que se agradece con entusiasmo. Y, al contrario de lo que suele suceder con otros autores, con Sarrión es gozoso asentir (casi siempre) y muy excitante y sugeridor discrepar (en contadas ocasiones). Ocioso e imperdonablemente oportunista resultaría glosar, ni siquiera de manera general o amplia, las fulgurantes pero muy meditadas e incluso ecuánimes opiniones del poeta. Ni siquiera en los muy escasos momentos en que, con elegancia y garbo, roza el exabrupto, se muestra Sarrión injusto o poco ponderado. Las más comprometidas de esas opiniones, las que tocan materia doliente, rezuman, más allá y más acá del exquisito buen gusto que lucen, honradez y hombría de bien.

No obstante lo dicho respecto de glosas improcedentes, quiero hacer mención explícita de las dos extensas referencias viajeras que nos regala el albaceteño. Es la de Nueva York una poética visión sub specie cinematographica que encandila al más lerdo e impávido de los lectores posibles. Su luminosidad encantada no impide que una leve, pero ominosa y aviesa sombra de angustia, se cuele por la ventana del hotel, desde la que se vislumbra la siniestra perspectiva de una oficina vacía. En la de La Habana, las semblanzas no por más previsibles resultan menos enjundiosas. La cena y la prolongada, alcohólica y vehementemente debatida sobremesa en el paladar del singular, culto y estimulante anticastrista, es un episodio genuinamente sarrioniano que se lee con fruición empática.

Ciertamente, como dice el crítico canario que el propio Sarrión cita congratulado, nuestro poeta elige las palabras como un noble francés de principios de siglo eligiría las cortinas de su casa. Es una expresiva ocurrencia que me permito compartir.

Esto no es una reseña, ni muchísimo menos una crítica. Es un admirativo homenaje a un amigo a quien, lamentablemente, hace casi treinta años que no veo, salvo muy ocasionalmente en las tertulias televisivas y cinéfilas de Garci. Va por ti, maestro Sarrión.

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