Monday, July 09, 2007

La fiesta del chivo (2000)


El éxito de crítica y público que esta gozando la última novela de Mario Vargas Llosa está plenamente justificado. Valiéndose de una impecable técnica contrapuntística, el maestro peruano traza con envidiable precisión los perfiles éticos, políticos, sociales, personales y ambientales de la siniestra, sanguinaria y cruel dictadura del sátrapa dominicano Rafael Leónidas Trujillo, de abyecta memoria. Tres son los planos que se entrecruzan para configurar este logradísimo fresco de época. Es el primero el regreso a su ciudad natal, treinta y tantos años después del final de la bestia, de la lacerada Urania Cabral, hija de uno de los jerarcas del régimen, postergado del poder en uno de los sórdidos caprichos con que el dictador gustaba someter a prueba a sus colaboradores y víctima, como tantos otros, en su propia carne, del indescriptible poder corruptor de vidas y conciencias que la propia esencia del trujillismo comportaba. Y es precisamente esa pestífera capacidad de putrefacción universal, característica de las dictaduras, la que impregna todo el relato, que logra con eficacia suprema transmitir una sensación de bochornoso agobio de principio a fin.

El segundo de los planos entrecruzados da soporte a todas las figuras del régimen, ministros, senadores, cortesanos, policía política…, que desarrollan sus manejos y arterías en torno a la figura paralizante y aviesamente magnética del dictador. Constituyen retratos de una calidad literaria y de una intensidad descriptiva que llegan a alcanzar verdadera plasticidad sensorial.

Por último, la peripecia de la chapucera trama conspirativa que termina con la vida del desalmado. Aquí, los matices psicológicos, la textura humana de cada personaje, la cuidadosa observación de sus movimientos constituyen un prodigio de precisión y sutileza.

La novela se lee con tan apasionado interés que resulta imposible postergar o interrumpir la lectura incluso en momentos tan desgarradores y dolorosísimamente vívidos como los que describen las indecibles torturas que sufren los desdichados conspiradores capturados.

Mención especial puede merecer la maquiavélica figura del profesor Balaguer, llamado a perpetuar un poder omnímodo con cobertura democrática durante largos decenios.

En suma, una novela recomendable bajo cualquier punto de vista y una de las cimas creativas de su consagrado autor.

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