Hace aproximadamente un año, reseñé, entusiasmado, la lectura de Los años con Laura Díaz, de Carlos Fuentes y, en la reseña, lamentaba no haber leído nada del autor mejicano y prometía frecuentarlo mucho más. No es de extrañar, pues, que me haya hecho con su última novela nada más aparecer en los escaparates de las librerías.
Dos relatos, aparentemente muy distintos, se superponen y, finalmente confluyen, en esta novela singular: por una parte, el permanente y ¿deliberado? desencuentro entre el brillante director de Orquesta Atlan Ferrara – indiscutible trasunto de Sergiu Celibidache – y la soprano mejicana Inez de Prada, en sucesivas y distanciadas interpretaciones de La damnation de Faust, de Berlioz; por la otra, el primigenio encuentro de lo que bien podría ser la pareja originaria, que sucesivamente va descubriendo la cueva cobijadora, la expresión artística, que nace de la necesidad de manifestar y llamar al otro, el viaje nómada, la crueldad de la sociedad políticamente organizada, la huida y el eterno retorno. ¿No es, acaso, también este el periplo que recorren los civilizadísimos artistas Atlan-Ferrara e Inez de Prada? ¿No es el sello de cristal el testimonio de la continuidad que identifica las peripecias?. ¿No son e-de, e-me los gritos elementales que claman por la necesidad del encuentro? ¿Qué fue del joven rubio de la vieja fotografía ¿mutilada?.
Decir una palabra más sería empezar a sustraer emoción al lector sucesivo de esta notabilísima alegoría. Dejemos, pues, aquí la glosa.
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