Sunday, July 08, 2007

El amante lesbiano (2001)


La colección llamada areté, promovida por las editoriales Plaza y Janés, Lumen y Debate, parece albergar la sana intención de reunir volúmenes de pretensión vagamente estetizante y con cierto barniz de erotismo suave, asumible por públicos de muy diversa edad y condición. El año pasado se lanzó con Ciudadano Sade, de Gonzalo Suárez, ya comentada en esta colecta de reseñas, y este año inunda los quioscos y librerías con la última ofrenda del excelente economista y exitoso escritor José Luis Sampedro, que tan simpático sabe hacerse a las generaciones de sus hijos y nietos. Anteriores trabajos narrativos del viejo profesor, como La sonrisa etrusca o El río que nos lleva, lo avalan como narrador de muy atractivas y bien pergeñadas historias, que concitan a un público numeroso y, en muchos casos, devoto. No seré yo quien oficie de detractor del hacer literario del ilustre estudioso ni de los gustos de sus lectores, entre los que, con satisfacción y orgullo, me cuento. Pero no puedo menos que lamentar que esta su última eyaculación literaria esté destinada a ser tan estéril como las que la Biblia atribuye al viejo Onán. Hay demasiada ingenuidad, ideológica y narrativa, en este postrero sueño o visión última. El anciano protagonista, que en la alucinación final del momento de la muerte da cumplida forma a sus más íntimos anhelos y se salva de sus más constrictoras frustraciones, constituye un pretexto literario tan válido como otro cualquiera, pero también tan fallido como el que más. Una lástima, porque ninguna de las ideas, brillantísimas, que menudean en el relato, incluida la principal del varón constitutivamente lesbiano, tendría porque fracasar como motor y combustible de una narración que, sin embargo, se queda apagada y traqueteante, llena de excelentes propósitos, pero horra de consistencia, empuje y vida. Extraña también esta enervación en un autor tan vital como don José Luis, quien por su impetuosa juventud octogenaria se encuentra aún en perfectas condiciones de regalarnos con otras historias de mucho mayor brío.

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