Friday, September 23, 2005

Isadora Duncan

No sólo fue capaz de hacer bailar a un sofá, sino que supo expresar como nadie el estatismo de la danza. Obsérvense el perfil propiciatorio y el ángulo perfecto que forman el antebrazo y la pantorrilla, que niega el principio geométrico de la igualdad de los ángulos opuestos por el vértice; el pórtico acogedor que conforman la misma pantorrilla y el muslo, a la vez robusto y mórbido, y el paralelismo exacto entre los dos miembros extendidos; la suave firmeza de la mano apoyada en el suelo y la mirada cercana apoyada en el escorzo oferente de la otra mano; la vaporosa dejadez del vestido y la lasitud erguida del seno huídizo... Imposible que la excelente Vanessa Redgrave hubiese podido alcanzar semejante concierto. Posted by Picasa

Wednesday, September 21, 2005

Obaba



He visto ayer la película de Montxo Armendáriz Obaba, inspirada en varios relatos de Bernardo Atxaga. No es mi propósito hablar de cine. No me importan ahora los valores artísticos (visuales, interpretativos, narrativos, etc.) que la película pueda tener. Y no me importan por indignación. Probablemente voy a ser muy injusto y con toda seguridad este va a ser uno de los primeros exabruptos ocasionales que, ya en el perfil de mi blog, anuncié como poco menos que inevitables. Pero aún no he podido digerir la severa dosis de oscurantismo telúrico que nos suministran los noventa y cinco minutos de morosa delectación terruñera. Aún no puedo sufrir con serenidad lúcida el repetitivo discurso aldeano y glorificador de la supuesta fuerza absorbente que tiene lo primitivo, lo irracional, para tragarse, como agujero negro, nada menos que todo lo que entendemos por civilización, que como bien nos recuerda Savater es una y no múltiple. Porque no se trata de un inocente ejercicio de menosprecio de corte y alabanza de aldea, sino de una exaltación en toda regla del estado de naturaleza, que como es bien sabido constituye uno de los topoi más queridos de la cerrilidad nacionalista. Si Sabino Arana resucitase y se permitiese a si mismo acudir a una sala de cine para ver esta película, saldría reconfortado y volvería a su tumba pletórico de felicidad. Lo malo es que este lirismo tan emotivo genera bombas y sangre derramada y entonces ya no resulta nada enternecedor. Esto debe saberse y tenerse siempre presente. Nuestros mayores nos enseñaron que no se debe jugar con fuego, ni con caca, ni con las cosas de comer. Deberían haber añadido: ni con las bellas nostalgias, ni con el progreso de la humanidad. ¡Vivan los ingenieros alemanes y las estudiantes de artes visuales que hacen películas, y abajo los que huyen del mundanal ruido para cobijarse en el claustro de la madre patria y las que desertan de la cámara para quedar sordas del oído izquierdo, precisamente del izquierdo!. No hay síntesis posible.

Wednesday, September 14, 2005

Una sotana abierta y un bonete estilizado


El travestismo femenino, quiero decir el que practican las mujeres vistiendo ropas masculinas, goza de un merecido e indiscutible prestigio erótico. No en vano la iglesia católica, tan perspicaz para todo cuanto huele a sexo, excomulgó esta práctica y los archivos del Santo Oficio albergan sumarios en los que las encausadas eran damas, acusadas de brujería o de turpitudo, que por una u otra razón sustituyeron faldas por calzas. La literatura está plagada de tramas, aventuras y lances, en general amorosos, protagonizados por doncellas que en doncel se mudaban, con los consiguientes, divertidos o dramáticos enredos que desembocaban en un final invariablemente feliz. En el ámbito del cine, la relación de películas que utilizaron tales recursos es prácticamente interminable.
Viene todo esto a cuento porque hoy salió, por fin, al mercado español un disco de Cecilia Bartoli, comercialmente llamado Opera Proibita, y no quise resistir la tentación de comprarlo. Escogieron para este nuevo lanzamiento de la mezzosoprano romana un repertorio de fragmentos de óperas supuestamente prohibidas por la censura curial de los siglos XVII y XVIII. Es, por otra parte, un homenaje explícito a la sacra y golfa ciudad de Roma, con un truco mercantil verdaderamente ingenioso. Las imágenes de la portada y de la contraportada, con el agua de la Fontana di Trevi de fondo, se inspiran descaradamente en La dolce vita de Fellini (a quien también se homenajea) y aunque, para su bien, la Bartoli en nada se parece a Anita Ekberg, cumple con el cometido gráfico a las mil maravillas. En el interior del libreto, hay más imágenes. En una de ellas, el fotomontaje simula que la diva posa en lo alto y de espaldas al frontón de la Basílica de San Pedro, con la columnata de Bernini y la Via della Conziliazione en perspectiva de fondo. Y ahora viene lo bueno: luce un indubitable traje talar, con collarines colgantes blancos incluidos, y bonete (estilizado y de diseño, pero bonete). La sotana no tiene botones. Ello permite que se nos presente abierta y deje algo más que entrever un generoso escote, generosamente dotado. Nunca sospeché que una imagen clerical me iba a poner en situación. Pero, felizmente, así sucedió. Conservaré cuidadosamente el estimulante documento. De momento, lo estoy celebrando con la escucha deleitosa de estas pequeñas joyas de Händel, Scarlatti padre y Caldara, maravillosamente cantadas y gozadas por (Santa) Cecilia.

Tuesday, September 13, 2005

Autoestima y musicalidades


Esta mañana vino a visitarme a mi covacha burocrática una vieja compañera, ausente por algún tiempo y recién incorporada. Se había ausentado para desempeñar sus oficios en una empresa privada que desarrolla una actividad en todo similar a la que ella se dedicaba en el ámbito de la función pública. Regresa bien pertrechada, pues su contrato con los cazadores de talentos estaba muy bien blindado. Ufana, dicharachera e informada, me abrumó un poco con su arrolladora energía y, como siempre, no se privó del autobombo más expresivo y sincero. Me contó, entre otras muchas cosas, en que términos se dirigió a los altísimos cargos de la Administración en estos días pasados: no debéis permitiros el lujo de desaprovechar una persona como yo, les espetó. Estoy seguro de que lo dijo con el más absoluto convencimiento, con un aplomo indestructible y sin asomo de autoironía correctora. También tengo la certeza de que los grandes jerarcas la escucharon con total asentimiento. A esa reciprocidad perfectamente empática me quiero referir.
Confesaré, sin el menor atisbo de envidia, que esta colosal autoestima, transitiva y especularmente refleja, me da algo de miedo y un poco de incomodidad. Cuando alguien fanfarronea, presume con méritos o sin ellos, se adorna o se pavonea con plumas propias o ajenas, está actuando de manera totalmente inofensiva, ingenua incluso, deliciosamente inane. Habla por no callar. Nadie, ni siquiera él mismo, se toma en serio sus baladronadas. Tampoco el pedante, con moderación, irrita, y hasta puede resultar tierno y simpático. Ahora bien, cuando las manifestaciones de "amor propio" adquieren la solemnidad de lo verdadero y, como tal, incontestablemente aceptado, empiezan a ser poco tolerables.
A otra cosa.
Cuando el presidente de la asociación de amigos de la ópera de mi ciudad me dijo que estaba preparando un estudio sobre la plausibilidad y la conveniencia de agrupar tres óperas de Verdi (La forza..., Un ballo... y Don Carlo) en una nueva trilogía, añadida a la ya universalmente aceptada que constituyen Rigoletto, La Traviata y Trovatore, me pareció -y así se lo expresé- una idea llena de sentido. De manera casi intuitiva, le dí carta de naturaleza. En efecto, pensé, aparte de la proximidad cronológica y los temas recurrentes de conspiración, amistad y amor imposible, las tres óperas participan de ideas musicales muy similares y resolución de situaciones dramáticas prácticamente idénticas. Viendo esta tarde Un ballo... (en DVD), corroboré la impresión. Pero también volví a recordar, por asociación de ideas, la vehemente admiración que Verdi sentía por el Don Giovanni mozartiano, cuya partitura, se cuenta, leía todos los días. Un ejemplo, entre cien: el cuarteto Bella figlia dell'amore, de Rigoletto. En cuanto a Mozart, ¿Leía Verdi sólo la partitura de Don Giovanni?. Lo dudo. ¿Cuántas huellas de Cherubino hay en el también paje Oscar del Ballo?.

Wednesday, September 07, 2005

Autoayuda



Cuando Loyola aconsejaba evitar mudanzas en tiempos de aflicción, estaba ejercitando una astucia muy propia de su particular talante, que sus discípulos aventajados supieron aplicar con sobresaliente aprovechamiento: resulta mejor evitar a toda costa catástrofes mayores ante el desastre ya acaecido que intentar ponerle remedios activos, corrigiendo esforzada y creativamente los errores que lo provocaron. No en vano la Compañía de Jesús fue la campeona ideológica de la Contrarreforma.
Con este preámbulo todo parece indicar que quiero hablar de política y malgobierno. Tranquilicémonos todos, que no van por ahí los tiros. Vamos a dejar que el Presidente Bush, el pueblo norteamericano, la comunidad internacional y la empresa Haliburton resuelvan la desoladora tragedia de Nueva Orleans como su dios les de a entender. No me parece probable que Bush lea libros y, si los lee tal vez se trate de manuales de autoayuda escritos por sus compatriotas y no de los ejercicios espirituales de San Ignacio.
De autoayuda va la cosa, según anuncia el titulo.
¿Qué actitud nos es dado tomar ante el infortunio?. Obsérvese que pregunto "nos es dado" y no "debemos". A lo último han respondido cumplida, abundante, sabia y, en demasiadas ocasiones, deshonestamente los santones, el taoismo, los filósofos griegos, casi todos los estoicos, las religiones (como no podía ser menos), los psiquiatras, los farsantes y tutti quanti.
Todos ellos han formulado propuestas distintas que, en su conjunto y por interacción, dieron lugar a un precipitado que no sólo es políticamente correctísimo, sino que goza de un imbatible prestigio intelectual, histórico-filosófico, dogmático y hasta terapeútico. Como ya todos han adivinado, es una fusión ecléctica de la lógica del combate y la ciencia de la impavidez.
A las desgracias se les hace frente, se "agarra el toro por los cuernos"; pero, al mismo tiempo, se les recibe con frialdad, se les trata como a visitantes importunos, con calma, incluso con indiferencia. Aunque nos provoquen infelicidad, nos debemos desentender de ellas con la misma laxitud que nos despreocupamos de la fortuna que nos hace dichosos porque ni en ella reparamos.
¿Es esto humanamente posible? ¿Es, acaso, heroicamente posible?. Me temo que no. En los recovecos de nuestro genoma no existen las combinaciones de aminoacidos necesarias para protegernos con tal invulnerabilidad.
Siguiendo el ejemplo de Manuel Vicent, me voy a tumbar bajo una palmera y, al trasluz de sus ramas, disfrutaré de una rebanada de pan tostado revestido de purísimo aceite de Creta y un racimo de uvas. Pero al volver a la calle me volveré a encontrar con la sibila y no con los dulces amigos.

Tuesday, September 06, 2005

Reflexiones nada originales


Se empieza a pensar sobre la influencia negativa que ejercen unos sobre otros (y otros sobre unos) y las cosa no tiene fin. Como el comer y el rascar...
Basta con que cualquier imbécil, dotado, eso sí, de unas dosis mínimas de malignidad, haga una observación descalificadora del hacer o el comportarse de otro prójimo para que empecemos a dudar de las virtudes de la víctima, aún cuando la probidad de ésta, manifestada y contrastada a través de sus conductas y actitudes, nos hubiera previamente impresionado de manera notable. No hace falta ser Montaigne para llegar a esta conclusión doméstica y peregrina: todos los días podemos observar en nuestro entorno más inmediato algunas vilezas, activas y pasivas, que ilustran convincentemente sobre este fenómeno de contaminación, rara vez denunciado por los ecologistas del espíritu. Porque no se trata de que la calunnia è un venticello... etc., sino de algo mucho menos sutil y más mezquino y vergonzoso, porque se hace, y sobre todo, se recibe prácticamente sin intencionalidad, gratuitamente, sin beneficio, provecho, ni ánimo de lucro o daño que le de consistencia.
Tiene relación no demasiado remota con esta anomalía otro despropósito que cualquiera que haya asistido a una reunión del tipo "tertulia" o "evento social", aunque no sea frecuentador de tales ceremonias, ha percibido sin duda alguna: basta con que un solo tonto esté presente en el círculo parlante para que se tiña de tontuna todo el aire que se mal respira, pues no hay aliento que no resulte mefítico en circunstancias tales.
Tampoco está muy alejada de estas incómodas perversidades la infinita capacidad de indignación que exhibe cualquier integrista de cualquier laya, exhibición tanto más ostentosa cuanto más zoquete sea el integrista (siempre lo es en buena medida) y que va invariablemente seguida de un condescendiente respeto, anuente y silente, manifestado con gestos graves y solemnes por parte de los melindrosos y bien educados interlocutores no integristas. Para encontrar ejemplos de este cuadro de sainete no es necesario encontrarse entre ulemas. Si tienes conocidos que militen en el PP (fracción rebeca y mayoritaria) y les haces una observación, por respetuosa que sea, sobre las corbatas de Aznar, podrás experimentar la estimulante sensación de oir improperios, exabruptos, exaltaciones del espíritu nacional, loas y votos de fidelidad al jefe y descalificaciones de todo rojo viviente, que te dejarán suave para el resto del mes. Lo mismo ocurre, mutatis mutandis, con algunos (muchísimos menos) incondicionales del PSOE. Y no digo ya nada si los conocidos son nacionalistas vascos o, peor aún, catalanes. De los que, a la primera de cambio, y sin que nadie les haya dado pie, se declaran "creyentes" o, remachando más el clavo, "católicos", mejor ni imaginárselo. Pues bien: ante todos estos mentecatos, los ilustrados testigos callan y, por tanto, otorgan, y no por afán razonable de evitar una bronca estúpida, sino por "respeto". Estamos bien apañados.
Dejémoslo por hoy. Después de muchos días, llueve. Cae una lluvia de buena calidad: suave y abundante, pero no excesiva. Tiempo para la calma y el reposo.

Monday, September 05, 2005

Estrenarme en un blog



Ya que la red permite de manera casi indiscriminada guardar, hacer públicos e incluso intercambiar los productos y subproductos que tradicionalmente se volcaban en un diario o, más pretenciosamente, en unas memorias, no quiero desaprovechar la ocasión de engancharme a la modernidad virtual. No soy en absoluto una figura pública. Tampoco una persona interesante. Sólo dos motivos parecen legitimar este esfuerzo tal vez inútil y provocador, por tanto, de melancolía. Es uno la conveniencia, a estas bajuras de la vida, de dar una cierta forma a las ocurrencias, sentires y pasares de cada día. El otro, menos honesto, tiene que ver con la asombrosa capacidad de acceso a cualquier clase de tribuna de que gozan los cráneos peor dotados del primer mundo. ¡Viva la inframediocridad y adelante, que si ellos pueden yo no estoy demasiado peor provisto!.