Nueva película de Woody Allen, con quien, como ya se ha dicho en otro lugar, mantengo una relación apreciativa que toma visos de cíclica. No es, a este respecto, significativa esta nueva obra, pues ni me irritó ni me provocó entusiasmo. Contribuye a lo primero que nos encontremos con el Woody Allen jocoso – jocundo incluso – que a mi, personalmente, mejor me convence. La tibieza que comporta lo segundo obedece a un cierto desequilibrio que creo observar entre los cuarenta primeros minutos del filme y el resto de la divertida comedia. En efecto, la trepidante primera parte tiene una gracia arrolladora que culmina en la gloriosa secuencia de la excavación del túnel, mientras que la segunda, que relata la vida de nuestros pobres diablos en el esplendor de la alta sociedad, languidece irregularmente sostenida por un guión inseguro, aunque muy bien aderezado por la genial vena cómica, que es marca de la casa. Es ocioso decir que Allen se interpreta siempre a sí mismo y, por ello, ningún déficit de credibilidad presenta encarnando a un personaje tan alejado de sus roles habituales como es el entrañable chorizo, zafio, torpe e ignorante que nos regocija con sus descabelladas ocurrencias. Merece especialísima mención la deslenguada deliciosa compañera de reparto, cuyo nombre ignoro, y están en su perfecto punto los secundarios todos, incluido Hugh Grant en su refitolero papel. En suma: divierte, regocija y justifica plenamente el precio de la entrada.
Sunday, July 08, 2007
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