No creo que Juan Ramón Lodares se ofenda si califico a su libro como panfleto y como exabrupto, pues estoy seguro de que persona tan perspicaz como él sabe perfectamente que panfleto y exabrupto son instrumentos y modos de expresión necesarios y, en ocasiones, imprescindibles para conservar, recuperar o proteger el mínimo de salud mental colectiva que el cuerpo social precisa. En efecto, manifestar públicamente algunas verdades del barquero contra las indigestas ruedas de molino con las que se nos ha hecho, hace y seguirá haciendo comulgar es un ejercicio molesto, incómodo, peligroso, meritorio y muy poco agradecido, máxime si las patrañas contra las que se dirige el desahogo gozan, incomprensiblemente, de marchamo progresista, aceptación institucional y prestigio político creciente.
La que podríamos llamar tesis central de Lodares se puede resumir como sigue: con independencia de que las lenguas periféricas habladas en España (gallego, catalán y vascuence, principalmente) hayan sufrido la represión de absolutismos o dictaduras, lo cierto es que el históricamente preponderante auge de la lengua mal llamada castellana no fue debido a la persecución sistemática de las otras, sino a su condición de lengua hablada por las clases dominantes, y ello en sus vertientes política, administrativa, económica, cultural y científico – técnica. Partiendo de tal evidencia, no es menos cierto que el interés de los hablantes de las otras lenguas estuvo dirigido mucho más a aprender la poderosa que a conservar la propia. Pero tal interés en ningún caso fue motivado por el impulso institucional de los gobiernos para promover el aprendizaje, extensión y buen uso de la lengua del poder, sino que, por el contrario, jamás contó España, como sí contaron sus países vecinos, con una política educativa merecedora de tal nombre que fomentara la alfabetización universal y el conocimiento de la lengua hegemónica del Estado por todos sus ciudadanos. Lejos de esto, los distintos poderes –político, económico, eclesiástico- estuvieron siempre mucho más interesados en mantener en secular ignorancia a las poblaciones rurales hablantes de gallego y vascuence, y la burguesía catalana se preocupó mucho más por acrecentar sus volúmenes de negocio con el resto de España y América que por conservar el fuego sagrado de su lengua propia. (¿Se le puede culpar por eso?, deberíamos preguntarnos todos.)
Tales obviedades, por simples que puedan parecer, deberían ir a misa. ¿Por qué, entonces, manifestarlas públicamente resulta no sólo políticamente incorrecto sino altamente conflictivo y desestabilizador?. Quizás porque hayamos recorrido demasiado alegremente caminos que debieron ser transitados con menos emotividades, oportunismos y políticas de campanario y con más serenidad, mesura, espíritu crítico y visión universalista.
Con todo, tiene el libro de Lodares algo de fallido, en la humilde opinión de este lector. Echo en él de menos algo más de orden y discurso. Lodares razona excelentemente pero lo hace, como diría cierto personaje de Carmen Martín Gaite, a perdigonadas. Le falta también, tal vez, mayor ecuanimidad. Líbrenme todos los dioses de ser equidistante en materia de nacionalismos y temas conexos, pero ni los lanzazos certeros a moro muerto ni los desmañados a moro vivo (y muy vivo, que este es el caso) convencen con la debida eficacia.
Las reflexiones sobre los riesgos que corre la actual buena salud del español me parecen del todo pertinentes.
Muerto en desdichado accidente de tráfico, difícilmente podrá perdonarme ahora el ilustre filólogo.
1 comment:
Genial comentario. Coincido en casi todo. Tras años de búsqueda, acabo de encontrar este libro en una lilbrería de viejo de Barcelona y estoy felicísimo (retener el ejemplar de la biblioteca ya me costó bastantes multas, pero siemrpe resistí la tentación de "apropiármelo", pues deseaba que lo leyera mucha gente). Respecto a mi "casi": es cierto que es raro ver a gente que de forma tan valiente ataque los mitos nacionalistas, pero tengo mis dudas de que por ello deje de ser ecuánime. Aún así, le concedo el beneficio de la duda, pues en estos temas, las afirmaciones rotundas son harto copmplicadas. En todo caso, felicidades por el comentario.
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