No hay cosa más tierna que un rojo tierno y no hay cosa más cándida que un rojo cándido. El gallego Manuel Rivas incluyó, con notabilísimo éxito, el relato A lingua das bolboretas en el volumen intitulado ¿Qué me queres, amor?, publicado por Galaxia en diciembre de 1995, con cinco posteriores ediciones en gallego. La obra se tradujo y se publicó en castellano con igual o superior aceptación y ahora mismo un no gallego, José Luis Cuerda, estrena en el cine una adaptación libre del relato, que acoge en su seno y centuplica todo su conmovedor ternurismo y aquilatada bonhomía. Manolo Rivas debe de sentir una especial debilidad por las víctimas (mortales, cautivas o exiliadas) del golpe fascista de 1936. Para ilustrar la nada aventurada hipótesis, ahí están el maestro del relato que nos ocupa o el médico, trasunto del comunista cabal que fue Paco Comesaña, de O lapis do carpinteiro. Parecida debilidad debe de afectar al cineasta José Luis Cuerda que, con menos rebozo aún que Rivas, da rienda suelta al corcel de la emotividad y nos dibuja la figura angélica del maestro republicano protagonista con unos perfiles que ni siquiera el talento supremo y la hirsuta ferocidad del rostro de Fernando Fernán – Gómez logran despojar de un halo de ingenuidad dulce y gratificante.
La brevedad del relato original obligó, sin duda, a los guionistas del filme a interpolar algunas historias conexas, como la al mismo tiempo brutal y amorosa de Carmiña, su perro y su amante, o la de
Es ocioso decir que Fernando Fernán – Gomez está soberbio. El niño Manuel Lozano logra la difícil pirueta de convencer y no empalagar y la comarca de Allariz es muy fotogénica. En suma, no se trata de una obra maestra, pero sí de un trabajo honrado y sensible que deja el ánimo agradecido y lo mejor de nuestras candideces satisfecho.
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