Wednesday, May 13, 2009

Ceniza


Acaba de publicarse el volumen de relatos de Fernando Bartolomé que, con el título Ceniza reune nueve historias que yo me atrevería a ensartar en un único hilo áureo cuyo brillo es la piedad compasiva y fuerte, jamás la piedad peligrosa que el maestro Zweig denunció como fatua y débil incomodidad del corazón. Son nueve historias poderosas, narradas con una prosa contundente, eficaz, culterana y tersa que no renuncia a la voluntad de estilo pero la trasciende en material narrativo enérgico, resolutivo y firme. Con pulso delicado y seguro se van trazando peripecias tan dispares como la compartida y amorosa disolución vital de la pareja de ancianos dependientes ( Filemón y Baucis), el insensato duelo enológico de dos badulaques antagónicos (In vino ¿veritas?), la tragedia familiar del joven bibliotecario de la sinagoga de Mostar, contada en una tertulia provinciana de la ultraprovinciana Burgos (Sucedió en Mostar), el sadismo vesánico que provoca la absurda y angustiosa agonía de un sargento de milicias (Campamento San Gregorio), el tesoro navideño del Chato David (Otro cuento (triste) de Navidad), la dolorosa insania de la joven madre Helena (Morituri), el humor que ya no asoma, sino manifiestamente se muestra en la lúcida inconstancia virginal de las tres hermanas zaragozanas (Bendita sea tu pureza), el indestructible valor de los mitos a pesar de sus creadores (El miliciano caído) o la infernal y apocalíptica fantasmagoría que asuela un pueblo de pescadores de ballenas (Punta Balea).
Sólo me queda rogarle, fraternal y encarecidamente, a Fernando que sea más diligente en la enojosa, fastiodiosa y aburridísima tarea de corregir pruebas: sus lectores devotos y la ortografía y el aseo de su recio y bello español se lo agradeceremos de veras.