Friday, July 06, 2007

Cómo canta una ciudad (1999)



El centenario del nacimiento de Lorca se celebró a lo largo de 1998 con profusión de recitales, publicaciones, grabaciones, representaciones, conferencias, congresos, exposiciones y otros saraos, oportunos unos, afortunados otros, pedantes no pocos, oportunistas los más y, entre ellos, llamó bastante la atención de público y crítica el sobrio espectáculo teatral que, sobre el texto de una conferencia del poeta, pronunciada en diversos lugares a lo largo del año 1935, montó Lluis Pascual con Juan Echanove como actor, recitador y cantante único, en el difícil empeño de dar cuerpo y vida a Federico. Un actor con traje oscuro y pajarita, un piano vertical y un juego simplicísimo de luces y penumbras recrean durante tres intensos cuartos de hora uno de los muchos momentos estelares de la vida de Lorca y ofrecen una imagen del poeta perfectamente verosímil y, no por tramposa, menos eficaz y plausible. Cuando digo tramposa no me estoy refiriendo a ninguna falsedad (histórica, literaria, o de cualquier otro tipo) sino a la creación más artera que artística de un determinado clima emocional al que resulta difícil sustraerse, pese a la percepción, clara y un tanto incómoda, de estar resbalando por las orillas del tópico sentimental. Es difícil imaginar cómo se producía en realidad ese prodigio de encanto que todos sus frecuentadores aseguraban que era el juglar de Fuentevaqueros. Echanove, muy probablemente asesorado por supervivientes de la época -la menor de las García Lorca ha llegado a decir que el parecido gestual y vocal alcanza la perfección absoluta- hace uno de los trabajos más brillantes de su brillantísima carrera y llega hasta a cantar con envidiable autenticidad y espíritu las canciones populares armonizadas por Lorca, tarea ésta sólo al alcance de las más excelsos profesionales (la Argentinita, Berganza, de los Ángeles, Carmen Linares, Camarón) y en la que se estrellaron estrepitosa y estomagantemente otros como la insufrible Ana Belén. En resumen: una velada gratificante, muy gratificante, a pesar de todos los pesares.

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