
Los cineastas europeos de talento deben aprender de sus colegas norteamericanos talentosos la pulcritud, absolutamente exenta de caspa, con la que éstos abordan los asuntos más (digamos)
escabrosos -y pronunciemos la molesta palabra con rubor. La historia de un transexual, padre por accidente, a quien la mera necesidad obliga a encontrarse con su hijo, un delincuente juvenil en estado muy puro, se narra con el sobrio modelo formal de una
movie road. Asombran la frescura y el
verismo con que se van mostrando las situaciones y los personajes así como la desnudez, sin concesiones, pero nunca desprovista de humor (esperéntico, a veces) y ternura, que pautan la totalidad del relato. Su final, matizadamente feliz, por lo que tiene de abierto, es de los que merecen dejar memoria.
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