La, por ahora, útima película de Woody Allen no necesita de gags originales ni de diálogos ingeniosos para expresar el genuino humor del autor. Ninguna risa y escasas sonrisas pueden producirse a lo largo de las casi dos horas de esta historia paradójica y algo provocativa. Que la vida misma, incluida su aparición, es fruto del azar y de la necesidad era cosa ya sabida. Lo novedoso es que tal idea se ilustre con un relato fronterizo con el impudor (Diccionario de la Real Academia Española: impudor. [segunda acepción]. Cinismo en defender cosas vituperables).
Partiendo de una situación clásica y tópica de arribista con encanto, se llega a un final también clásico, aunque con una conclusión poco ortodoxa (la vuelta del revés de Dostoyevsky), pero impecablemente coherente con la tesis determinante: el éxito o el fracaso no dependen de nuestro esfuerzo ni de nuestras habilidades, sino del puro azar, tal como sucede en una partida de tenis en la que la pelota que roza el borde de la red decide la suerte última cayendo de un lado u otro de aquélla. Como esta pirueta narrativa constituye el gigantesco gag que es la película entera y, a la vez el desenlace del poco apretado nudo que sigue a un planteamiento nada extraño, no se puede, naturalmente, desvelar sin reventar intriga y chiste. A disfrutar de Woody Allen, que sigue siendo un genio.
Partiendo de una situación clásica y tópica de arribista con encanto, se llega a un final también clásico, aunque con una conclusión poco ortodoxa (la vuelta del revés de Dostoyevsky), pero impecablemente coherente con la tesis determinante: el éxito o el fracaso no dependen de nuestro esfuerzo ni de nuestras habilidades, sino del puro azar, tal como sucede en una partida de tenis en la que la pelota que roza el borde de la red decide la suerte última cayendo de un lado u otro de aquélla. Como esta pirueta narrativa constituye el gigantesco gag que es la película entera y, a la vez el desenlace del poco apretado nudo que sigue a un planteamiento nada extraño, no se puede, naturalmente, desvelar sin reventar intriga y chiste. A disfrutar de Woody Allen, que sigue siendo un genio.
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