Sunday, March 12, 2006

Truman Capote


Después de haber leido la esplendorosa columna que hoy mismo publica Manuel Vicent en El País sobre Truman Capote, A sangre fría y todo lo demás, nadie - y yo menos que nadie - debería atreverse a escribir ni una sola palabra sobre el espinoso asunto de las servidumbres de la belleza. Sólo apelando a la impunidad de que gozamos los perfectos desconocidos y los abandonados por el sentido común, me permito, vista la película y leída la columna, hacer unos banales comentarios sobre aquélla y unas ingenuas consideraciones acerca de ésta. Refiérense los comentarios a las tres virtudes fundamentales que, en mi opinión, posee el filme de Bennet Miller: la magistral reconstrucción de los ambientes de época, la dirección de actores (aunque, evidentemente, Philip Seymour Hoffmann no precise del tal batuta) y el planteamiento sobrio y exacto de lo que, para entendernos, llamaremos la cuestión moral. Y a tal cuestión moral se refieren - ocioso es adelantarlo - las consideraciones en torno a la columna vicentina.
¿Era rigurosamente imprescindible, tanto para la coronación imperecedera del éxito comercial masivo de los episodios por entregas como para la definitiva gloria literaria de Capote, la ejecución final de los dos convictos? ¿Era ese cálculo sólo una aprensión de Capote? Se admiten conjeturas y especulaciones de todo tipo e invito al personal a pronunciarse.
Frivolidad penúltima: Nominadas para diversos premios de la Academia Brokeback Mountain, Transamerica y Truman Capote, ¿está Hollywood saliendo del armario? Si así es, ¿es rentabilísima esa salida?
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