Wednesday, March 29, 2006

El juego de los fracasos y el juego de los escaques


Mi hija, que es profesora de español en un liceo de la banlieue parisina, me cuenta que uno de sus alumnos, en un ejerciccio de redacción, le mostró la siguiente perla: "me gusta jugar al juego de los fracasos". Como no parece probable que un adolescente adopte para sí una tan lúcida filosofía de perdedor, no nos queda otra opción que la de pensar que el muchacho fue traicionado por su diccionario y, simplemente, consultó échec, en singular y en primera acepción, y se encontró con un fracaso verdaderamente cantarín y tal vez premonitorio. El curioso error puede dar bastante juego para ejercicios de literatura recreativa, pero no es ese mi propósito. Demasiado influido por la actualidad, incurriré con pertinacia en el feo vicio de volver a husmear en el asunto del alto el fuego permanente anunciado por ETA. Lo siento por Doña Elvira Lindo: tal vez tenga yo una insospechada vocación de manifestista.
Tengo la convicción de que pese a apretones de manos, fotografías risueñas y declaraciones públicas alambicadas y abstrusas, Rajoy y el partido popular en bloque de ningún modo van a renunciar a seguir jugando al juego de los fracasos, en la española literalidad de la frase. Van a seguir echando arena al motor del vehículo político de Zapatero, van incluso a intentar echar azúcar en su depósito de gasolina. Y lo van a hacer en cualquier frente, incluido, por supuesto, el de la lucha antiterrorista y el problemático cese de la violencia. Por el contrario, al gobierno no le queda otra alternativa que seguir afrontando una penosa y dificílísima partida de un juego de los escaques (discúlpenme el intencionado galicismo retórico) en el que tiene la única ventaja de jugar con las piezas blancas. Frente a ellas en el tablero, estarán Batasuna y ETA como respectivos rey y reina negros, y les acompañarán el PNV y la Conferencia Episcopal como estratégicos alfiles, el PP y la patronal de Cuevas como caballos con jinete espoleador, el conglomerado del inMundo y la sinRazón de torre sobre el blanco, con Aznar asomado en sus almenas, y la COPE encabritada en función de torre sobre el negro. De peones, los lectores y la audiencia de estos pestíferos medios. El panorama no llega a desolador, pero asusta bastante.

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