Tuesday, June 26, 2007

ensayo-error-ensayo-acierto


William PFAFF


Añorando los imperios austrohúngaro y otomano


París, 15 de febrero de 2007 -- Los imperios austrohúngaro y otomano se echan mucho de menos hoy. Resolvieron problemas en los Balcanes y en el Oriente Medio que, ahora reabiertos, han derramado mucha sangre. La cuestión de Kosovo divide a Serbia y Albania, ambas bajo control otomano en la era moderna. Las desventuras serbias del siglo XX derivan en parte de de su larga y anómala posición como principal pueblo cristiano ortodoxo bajo el dominio de un poder islámico.

Habrían estado mucho mejor bajo el imperio austrohúngaro, última encarnación política del Sacro Imperio Romano [Germánico] fundado por Carlomagno y el Papa León III en el año 800 d. C. Fue la contrapartida política de la influencia religiosa papal: el emperador considerado como titular de la autoridad en la esfera de gobierno con la autoridad papal limitada a las “cosas de Dios”.

Esto fue crucialmente diferente de lo que emergió en el Islam, dónde el orden político nunca fue independiente de la religión y de la ley religiosa.

El problema afecta al Islam de hoy, responsable del fenómeno del moderno fundamentalismo islámico. Derrocado Sadam Hussein por los Estados Unidos, queda sólo Siria como superviviente del moderno nacionalismo secular árabe y del socialismo árabe que emergió después de que la guerra hubiese destruido el poder otomano. Jordania ha estado, de este modo, exenta de la amenaza fundamentalista porque los reyes hachemitas, como los monarcas de Marruecos, son descendientes del profeta.

Algunos americanos se sienten libres para deconstruir Irak porque es un estado artificial “extraído del imperio otomano por T. E. Lawrence y Gertrude Bell.” Es, de hecho, el lugar en que han comenzado la escritura y los cultivos. Sus fronteras formales han ido cambiando a lo largo de los tiempos, par la población del valle del Tigris y el Éufrates ha seguido siendo la misma desde Hammurabi en 1780 a. de C. hasta L. Paul Bremer y el General David Petraeus.

La primera guerra mundial destruyó los sistemas otomano y austrohúngaro, ambos fatalmente debilitados por el nacionalismo antes de 1914, que encontró expresión con el desarrollo de la educación de las masas y la alfabetización de las aún abrumadoramente premodernas sociedades agrarias, y poco [apoyo] en las instituciones sociales y las elites educadas, esenciales para la creación de naciones-estado.

Gran Bretaña y Francia heredaron las posesiones árabes otomanas. La contribución americana a la situación post-1918 en Europa fue el proclamado principio de autodeterminación nacional universal de Woodrow Wilson. Esta popular proposición parecía justa, pero descansaba en la errada presunción de que las fronteras de etnicidad, lengua e historia local en los Balcanes y en la Europa Central y Oriental coincidían con fronteras políticas lógicas. Los resultados fuero nuevos agravios étnicos y nacionales y pretensiones irredentistas que contribuyeron al malestar de entreguerras e incitaron a la explosión fascista, creando un clima de violencia.

Las mismas fuerzas, explotadas por Slbodan Milosevic con el comunismo colapsado, causaron las terribles guerras de secesión de Yugoslavia de hace dos decenios. Croacia y Eslovenia habían sido parte del sistema occidental cristiano austrohúngaro, mientras que el mayor de los estados eslavos del Sur, Serbia, era ortodoxa y estaba emocional y nacionalmente ligada a Rusia.

Durante las guerras yugoslavas, los serbios se referían despectivamente a los bosnios como “turcos”, y la razón principal para su furiosa resistencia actual a la independencia de Kosovo a un territorio integrante de la identidad cristiana serbia bajo los dictados de una población albana y predominantemente musulmana, étnicamente ligada a Albania independiente, también principalmente musulmana.

La única solución realmente satisfactoria y pacífica a estos problemas en Europa ha sido la Unión Europea, con Eslovenia como miembro, Croacia próxima a serlo, y Serbia y Albania como aspirantes. La UE y la ONU han cooperado en la tentativa de persuadir a Serbia de adherirse al recientemente anunciado plan del mediador de la ONU, Martti Ahtisaari, par la autonomía de Kosovo, bajo supervisión internacional destinada a proteger a su 10% de población serbia minoritaria.

Ambas partes rechazan el plan, los kosovares por que no les otorga completa e inmediata independencia, y los serbios porque sería un arreglo “impuesto”, que violaría la Carta de la ONU que garantiza la integridad de los estados reconocidos.

La mayor parte de la Comunidad internacional que aún presta atención a los problemas postyugoslavos supone que el plan, que ha de ser aprobado por el Consejo de Seguridad de la ONU, no será vetado por Rusia y producirá, eventualmente, la independencia de Kosovo. Ninguna de las suposiciones es una certeza.

Más allá del nublado horizonte de la independencia de Kosovo está el problema del nacionalismo albano y el futuro de la diáspora albana fuera de los Balcanes. “Europa” –la europeización bajo la influencia de la UE- parece la única respuesta eventual, que puede restar importancia a los problemas étnicos y nacionales. Pero eso llevará mucho tiempo. Y tal solución no existe para lo que se ha hecho con Irak.

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Llevaba muchísimo tiempo -desde que perdí las utilidades de "blogger for word"- sin poder trasladar mis escritos archivados a esta bitácora. Por el simple método de "copiar + pegar" lo he conseguido. Jamás dejaré de asombrarme de lo zoquete que soy.

El texto es una osada e irresponsable traducción de un artículo de William Pfaff, publicado hace meses en el Herald Tribune, que se me había ocurrido perpetrar en su día.

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