Thursday, June 14, 2007

Bajo el fuego permanente

El grande y poderoso partido de la infamia tiene una pequeña fracción inscrita en el Ministerio del Interior con el nombre de Partido Popular. La cabeza visible oficial de esta punta del iceberg parece que quiere dar marcha atrás a su antipolítica terrorista y - a buenas horas mangas verdes - favorecer la colaboración y la unidad frente a la barbarie. No me lo creo. Ni ellos mismos se lo creen y aunque se lo creyesen no les dejarían. Su base social, sus militantes y forofos, sus mantenedores ideológicos y económicos, su sustrato y su intrahistoria no se lo van a permitir. Tampoco sus animadores, azuzadores y alentadores. Y tampoco muchísimos de sus votantes, entre los que sobreabundan los que embisten frente a los que piensan. La mal llamada y sedicente derecha democrática española está demasiado condicionada y lastrada por unas inercias y unos contrapesos que ni quiere ni puede quitarse de encima: ahí tienen como botones de muestra exhibidos en estos mismos días la contumacia de los abogados de la Asociación de Víctimas del Terrorismo y la exigencia en sede parlamentaria de la retirada de la ley de la memoria histórica. Me molesta mucho tener que darle la razón en algo a Esquerra Republicana de Catalunya, formación política constitutivamente disparatada y absurda, pero la tiene cuando advierte al gobierno sobre el peligro de la "tregua trampa" del Partido Popular. El quiebro de Rajoy sólo puede ser interpretado como un impulso electoralista, para consumo interno y externo, de cuya eficacia me permito dudar. Los púgiles populares se mueven mucho mejor en el terreno de la marrullería y el golpe bajo, de la insidia tramposa y el rodillazo en la ingle, de la provocación, del escupitajo sanguinolento y el derechazo al hígado: todo ello enardece a su público. Así que, bienvenido sea su apaciguamiento, pero no podemos ni debemos creer en él. Le espera, pues, al gobierno lidiar en lo que queda de legislatura bajo el fuego permanente de una oposición igual a si misma en todo tiempo y lugar, de los criminales de siempre (descerebrados, sí, pero no tanto como se piensa), de los poderes reales, del ruido y la furia de una parte importante de la opinión publicada y, no lo olvidemos, del partido que sustenta al gobierno, que tampoco da especiales muestras de lucidez y sí alarmantes señales ensimismamiento, torpeza, falta de reflejos (y en ocasiones de de escrúpulos) y camandulería dolosa. Sus votantes tampoco andan muy finos: cultivan la elegancia del abstencionismo con displicencia perezosa, merecedora de collejas que los espabilen. Con este panorama, estamos divertidos.

1 comment:

El viajero de una noche de invierno said...

"Estamos divertidos", dice Vd., mi querido Vizconde. No sería precisamente ése el participio que yo utilizaría, pero en una bitácora donde priman los buenos modales, no quiero parecer grosero.