Debo al improbable lector algunas explicaciones sobre mi entrada de ayer. La primera, tal vez demasiado obvia, se refiere a la fuente de inspiración. Como ya se habrá adivinado, se trata de una vieja canción con un título inusualmente largo: Tarde de otoño en Platerías. Entiéndase, pues, como un agradecido homenaje a Antonio Aguilar, Alejo León y Juan Solano, sus coautores. También a García Guirau, que con su voz atenorada la popularizó en los tristísimos años cuarenta, y a mi madre, que me la cantaba como nana:
La tarde clara
de otoño madrileño
en Platerías tomaba yo café
con tu vestido gris
entrar en el salón te vi
y al verte tan bonita
me puse junto a ti.
La tarde moría en los espejos,
soñaba el amor en los divanes
y todo yo temblé
en el momento aquel, mi bien
que todo ruboroso
mi amor te declaré.
Tarde de otoño
llena de sol de Madrid,
café de mis sueños
dónde mi amor encontré.
Ay, mil ochocientos, qué lejos ya estás de mí.
Todo pasó como una luz que yo apagué.
Tarde de otoño llena de sol de Madrid.
Alfonso XII volvía de los toros,
Julián Gayarre cantaba en el Real
y yo en aquel café
gustoso te cité, mi bien
y sueños de ilusiones
inquieto te esperé.
Las luces de gas iban creciendo,
la noche llegaba lentamente
y al no verte venir
creyéndome de amor morir
me fui de Platerías
pensando sólo en ti.
Un autor que se preciase de tal jamás haría esta aclaración, en todo semejante a la torpeza de quien explica un chiste. Pero yo, que no soy autor, puedo permitirme ese ejercicio de honestidad, que es una especie de lujo de pobre.
La segunda explicación puede ser aún más obvia: todo lo que no pertenece al esqueleto original, algo distorsionado y desviado a conveniencia del relato, son conocimientos de aficionado a la ópera, recuerdos banales de historia de bachillerato y dos euros de erudición de tipo wikipedia y similares.
Huelga decir que el jovencito Alfonso fue digno hijo de su señora madre, Isabelona la Chata, y que ascendió al trono aupado en la punta del espadón de Martínez Campos, dirigido contra la gloriosa de Salmerón, Pi i Margall y Castelar, quien, por cierto, suplicó con elocuencia a Gayarre que no se fuese de España precisamente en los días en que transcurre mi viaje al pasado. Y que rayaditos y mambises no son elementos de atrezzo folklórico. Siempre hay bellas almas progresistas excesivamente preocupadas por lo políticamente correcto: démosles caritativamente este bálsamo para culitos irritados.
3 comments:
Muchas gracias por la letra. Es una de mis canciones favoritas.
Esa cancion, mi padre, fallecido en 1978, me la cantaba en el madrid de los quarenta donde naci, no la puedo oir sin estremecerme, y cada vez que regreso en Madrid voy a cenar en el comedor "Platerias" de la plaza Santa Ana donde me conocen bajo el apodo de "el francés que habla español"...
Esta canción se ha convertido para mí en una pesadilla. No puedo dejar de tatarearla, me tiene amordazado e inmediatamente se me llenan los ojos de lágrimas pensando en mi recien fallecida esposa. Era la mujer más bonita del mundo, la más cariñosa. ¡La quiero, la quiero y la quiero! Señor, ¡¿Por quéte la has llevado!?
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