Al parecer, un tal Ratzinger, al que hicieron llamarse y se llama Benecicto XVI, proclama que la modernidad ha desterrado a Dios de la vida pública y lo ha relegado al ámbito de lo privado. Y añade que tal fenómeno no es un signo de tolerancia sino una manifestación de hipocresía. Lo primero comporta un diagnóstico infelizmente erróneo del actual estado de cosas, un bello desideratum que está lejos de hacerse realidad, muy a pesar de lo que el gran Nietzsche - hay también un Nietzsche enano - decretase hace más de un siglo. Lo segundo sería una majadería suprema si no resultase una desvergonzada exhibición de cara dura. La pertinacia de los católicos en general, y no solo de sus jerarquías, en volver del revés cualquier situación hace mucho tiempo que sobrepasó los límites de lo tolerable, pero esta afirmación papal desborda en billones de kilómetros cúbicos la cantidad de absurdo admisible en producto salido de ser racional. Y como tampoco puede ni debe admitirse que el sucesor de Woytila constituya un elemento del conjunto de los seres irracionales, no nos queda otra que imputarle una clara voluntad de tomar el pelo al orbe desde la impunidad de la urbe. Que nos deje en paz el Jefe del Estado Vaticano, que para teocracia nos bastan y sobran la suya, las de los ayatolas y ulemas, las de reyezuelos tribales y todas las que en el mundo fueron. Dejemos nosotros que ese constructo de muchísimo más que problemática existencia, denominado Dios, habite en el corazón de los creyentes, siempre y cuando ese bizarro capricho del espíritu sea financiado a sus expensas y no con las aportaciones de la ciudadanía.
He empezado a retomar la costumbre de escuchar Radio 2 durante la mañana laboral. Hoy me han regalado músicas de Mompou, de Sibelius y del bienamado Mozart (una casación de infancia y fragmentos concertantes del Don Giovanni, en espléndida versión in memoriam de Carlo Maria Giulini, con Wächter, Sutherland, Alva, Frick, Taddei, Cappuccilli y Sciutti en los papeles protagonistas). Muchísimas gracias, amigos.
También pude observar el eclipse de sol con unos cristales de soldador de nivel de protección 14. Belleza cósmica muy barata, pero infrecuente.
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