Tuesday, September 06, 2005

Reflexiones nada originales


Se empieza a pensar sobre la influencia negativa que ejercen unos sobre otros (y otros sobre unos) y las cosa no tiene fin. Como el comer y el rascar...
Basta con que cualquier imbécil, dotado, eso sí, de unas dosis mínimas de malignidad, haga una observación descalificadora del hacer o el comportarse de otro prójimo para que empecemos a dudar de las virtudes de la víctima, aún cuando la probidad de ésta, manifestada y contrastada a través de sus conductas y actitudes, nos hubiera previamente impresionado de manera notable. No hace falta ser Montaigne para llegar a esta conclusión doméstica y peregrina: todos los días podemos observar en nuestro entorno más inmediato algunas vilezas, activas y pasivas, que ilustran convincentemente sobre este fenómeno de contaminación, rara vez denunciado por los ecologistas del espíritu. Porque no se trata de que la calunnia è un venticello... etc., sino de algo mucho menos sutil y más mezquino y vergonzoso, porque se hace, y sobre todo, se recibe prácticamente sin intencionalidad, gratuitamente, sin beneficio, provecho, ni ánimo de lucro o daño que le de consistencia.
Tiene relación no demasiado remota con esta anomalía otro despropósito que cualquiera que haya asistido a una reunión del tipo "tertulia" o "evento social", aunque no sea frecuentador de tales ceremonias, ha percibido sin duda alguna: basta con que un solo tonto esté presente en el círculo parlante para que se tiña de tontuna todo el aire que se mal respira, pues no hay aliento que no resulte mefítico en circunstancias tales.
Tampoco está muy alejada de estas incómodas perversidades la infinita capacidad de indignación que exhibe cualquier integrista de cualquier laya, exhibición tanto más ostentosa cuanto más zoquete sea el integrista (siempre lo es en buena medida) y que va invariablemente seguida de un condescendiente respeto, anuente y silente, manifestado con gestos graves y solemnes por parte de los melindrosos y bien educados interlocutores no integristas. Para encontrar ejemplos de este cuadro de sainete no es necesario encontrarse entre ulemas. Si tienes conocidos que militen en el PP (fracción rebeca y mayoritaria) y les haces una observación, por respetuosa que sea, sobre las corbatas de Aznar, podrás experimentar la estimulante sensación de oir improperios, exabruptos, exaltaciones del espíritu nacional, loas y votos de fidelidad al jefe y descalificaciones de todo rojo viviente, que te dejarán suave para el resto del mes. Lo mismo ocurre, mutatis mutandis, con algunos (muchísimos menos) incondicionales del PSOE. Y no digo ya nada si los conocidos son nacionalistas vascos o, peor aún, catalanes. De los que, a la primera de cambio, y sin que nadie les haya dado pie, se declaran "creyentes" o, remachando más el clavo, "católicos", mejor ni imaginárselo. Pues bien: ante todos estos mentecatos, los ilustrados testigos callan y, por tanto, otorgan, y no por afán razonable de evitar una bronca estúpida, sino por "respeto". Estamos bien apañados.
Dejémoslo por hoy. Después de muchos días, llueve. Cae una lluvia de buena calidad: suave y abundante, pero no excesiva. Tiempo para la calma y el reposo.

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