En esta edición de 2006, no cogí el abono y hube de contentarme con cuatro espectáculos sueltos que se celebran en fines de semana. El primero de ellos tuvo lugar ayer en el teatro pequeño, con escenario en obras. Era sábado, no martes, ni viernes. Era día 3 y no 13. Sin embargo, alguna maléfica confluencia astral debió de producirse, porque sólo de ese modo puede explicarse que, con sólo treinta minutos de diferencia y en el reducido ámbito del odeón, la soprano Isabel Monar estuviese a punto de romperse la crisma, con resultado final de sólo leves desgarros en su elegante vestido azul de raso, y el joven pianista Rubén Fernández Aguirre perdiese una partitura. Con retoques en el orden del programa, el recital se desarrolló de manera musicalmente irregular. Por orden inverso a la agudeza de sus respectivos timbres, los tres solistas hicieron sus presentaciones vocales con Martín y Soler. Así pues, el barítono David Menéndez entonó una Preghiera algo fría, pero muy correcta; la mezzo Marina R. Cusí despachó Da parte gli scherzi, de L'arbore di Diana, con natural elegancia, y la soprano Isabel Monar se repuso de su percance con simpática entereza y cantó Consola le pene mia vita, de Una cosa rara, con solvencia más que suficiente.
Continuó la primera parte con los deliciosos Notturni de Mozart. Estas piezas de precisión, estos mecanismos de relojería artesanal y bellísima son una trampa mortal para navegantes mozartianos. Y en esta trampa estuvieron a pique de perecer los tres animosos héroes de la velada. Faltó temple, faltó concertación, sobraron voluntades aisladas y el el peligro de naufragio se vivió con angustia apenas mitigada con el respiro del intermedio.
El inicio de la segunda parte no contribuyó a ahuyentar los nubarrones: el joven Menéndez se olvidó por completo de que estaba cantando Mozart y atacó el aria de concierto Mentre ti lascio o figlia con una forza verdiana absolutamente fuera de lugar. Moderó el despropósito la mezzo Cusí poniendo vida y empeño en una Ombra felice ... io ti lascio muy estimulante, y sol radiante y vientos templados y favorables iluminaron y tensaron las velas con el espléndido Ch'io mi scordi di te que nos regaló una Isabel Monar en estado de gracia, pese a algunas levísimas imprecisiones de legato. Los tres intérpretes se redimieron por completo con cinco tercetos inspirados y sentidos, entre los que se encontraban el onomatopéyico Auf den Tod einer Nachtigall, el masónico Dir, Seele des Weltalls y el desfachatado Das Bandel. El público aplaudió con más que justificada generosidad y los artistas nos brindaron un muy premeditado y bien cantado Soave sia il vento, fuera de programa. Todos salimos reconfortados y contentos. Lástima que el desgarro del precioso vestido de Isabel Monar no haya sido muchísimo mas amplio y mejor colocado; es buena moza, rotunda y sugerente de cintura para abajo, elegante y sutil de cintura para arriba, de rostro expresivo, bello y armónico: pone.
2 comments:
Querido Monchovalle:
Me preocupa un poco tu sentido de la estética: no hay que confundir caderas "rotundas" y "sugerentes" con lo que mucho menos poéticamente deberíamos llamar "cartucheras".
Son cosas de la edad, querido amigo anónimo y soy anciano. Los gustos estéticos de la sociedad evolucionan con el tiempo;los del individuo, también: sabido es que la filogénesis sigue a la ontogénesis y viceversa (principio biológico aplicable también a la sociología y a la psicología). Por último: una cosa son los "cánones" y otra el "tirón", del mismo modo, qu no conviene confundir las "cartucheras" con los "epitalamios".
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