Por comprensible capricho, los organizadores del festival Mozart quisieron rematar el de este año con una sesión monográfica del valenciano Martín y Soler, contemporáneo de Mozart, a quien el genio tenía en muy buena consideración. El rito fue oficiado por la también valenciana Isabel Rey, habitual de la casa y elegida por Harnoncourt para algunas grabaciones mozartianas.
Veintiuna canzonette son muchas canzonete aunque sean ligeras y graciosas, se distribuyan en dos partes con un intermedio, se completen con un aria de ópera y, con todo, no ocupen más tiempo que una hora y diez minutos. Tal vez por eso mismo, Isabel Rey, por iniciativa propia, sin hacerse nada de rogar, declaró que tenía ganas de hacer más música y se arrancó con el Fado de Halffter cuando aún no habían acabado los aplausos, algo fríos, de un público con cara de circunstancias. Vino despúes el vals de Mussetta (Quando m'en vo), porque, al parecer, La Bohème forma parte del repertorio de esta soprano mucho más mozartiana que pucciniana. Cantó luego con delicadeza suma y sensibilidad muy cálida Deh, vieni non tardar...Giunse alfin il momento, la deliciosa aria de Susanna del cuarto acto de Le nozze di Figaro. La emoción alcanzó aquí muy altas cimas y tal vez hubiese sido ese el momento de encenderse las luces. Pero la valenciana quiso darse -y darnos- el gusto de ponerse picaruela y cantó Quel sguardo il cavaliere, de Don Pasquele, que debió de servirle de ensayo y precalentamiento muy anticipado de la función que, según nos informó, tenía hoy a las dos de la tarde. Y con esto nos despedimos hasta el año próximo.
Adelgazó considerablemente la señora Rey y luce imagen estilizada, elegantemente enfundada en vestido de color oro viejo. Sugestiva, aunque las marcas de edad se hagan más visibles con esta nueva fugura. Se me ocurrió hacer una porra conmigo mismo y pronosticar que lleva encima cincuenta y siete primaveras. ¿Puede alguien decirme si he acertado?.
Veintiuna canzonette son muchas canzonete aunque sean ligeras y graciosas, se distribuyan en dos partes con un intermedio, se completen con un aria de ópera y, con todo, no ocupen más tiempo que una hora y diez minutos. Tal vez por eso mismo, Isabel Rey, por iniciativa propia, sin hacerse nada de rogar, declaró que tenía ganas de hacer más música y se arrancó con el Fado de Halffter cuando aún no habían acabado los aplausos, algo fríos, de un público con cara de circunstancias. Vino despúes el vals de Mussetta (Quando m'en vo), porque, al parecer, La Bohème forma parte del repertorio de esta soprano mucho más mozartiana que pucciniana. Cantó luego con delicadeza suma y sensibilidad muy cálida Deh, vieni non tardar...Giunse alfin il momento, la deliciosa aria de Susanna del cuarto acto de Le nozze di Figaro. La emoción alcanzó aquí muy altas cimas y tal vez hubiese sido ese el momento de encenderse las luces. Pero la valenciana quiso darse -y darnos- el gusto de ponerse picaruela y cantó Quel sguardo il cavaliere, de Don Pasquele, que debió de servirle de ensayo y precalentamiento muy anticipado de la función que, según nos informó, tenía hoy a las dos de la tarde. Y con esto nos despedimos hasta el año próximo.
Adelgazó considerablemente la señora Rey y luce imagen estilizada, elegantemente enfundada en vestido de color oro viejo. Sugestiva, aunque las marcas de edad se hagan más visibles con esta nueva fugura. Se me ocurrió hacer una porra conmigo mismo y pronosticar que lleva encima cincuenta y siete primaveras. ¿Puede alguien decirme si he acertado?.
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