Van en orden cronológico inverso los comentarios sobre el recital de Isabel Rey, que tuvo lugar ayer, sábado y día dos y sobre Il Comte Ory, que se representó el viernes, día uno. Vaya en primer lugar una opinión que no suscribe una porción no demasiado escasa del público: me encantó la puesta de escena de Lluis Pasqual. A quienes piensan que una historia bufa de sabor medieval, con cruzados ausentes, damas aburridas, seductores torpes y lances equívocos no se pude ambientar en un lujoso salón con arañas cristalinas, mesas de billar muy historiadas, cortinas propias de la marquesa de La Regenta y vestuario rigurosamente actual, sólo desmentido por las imprescindibles tocas monjiles y los expresivos cascos de capirote, les pido humilde licencia para replicar que tales decorados forman parte de una brillante, irónica, desvergonzada y adecuadísima intención narrativa. Nada impide imaginar que unos ricos burgueses ociosos se están contando a sí mismos un ensiemplo chocarrero, una decameronada chunga y chusca, una juerga alegre y disparatada en la que nada es verosímil, pero sí muy divertido y risible. Los abundantes guiños, a pesar de ser muy obvios, refuerzan la comicidad de las situaciones. Como el burlador es un cretino y debe resultar justa y necesariamente burlado, como las damas virtuosas tienen su virtud muy a punto de caramelo, todo debe decirse como se dice y presentarse como se presenta. Como todos los personajes están al cabo de la calle de lo que está sucendiendo y va a suceder, nadie necesita evitar la trapisonda. Y en esa trapisonda, el salón decadente queda de lo más propio.
En la imagen elegida, la puesta en escena es la misma que anteayer hemos contemplado. Sólo que en ella está Juan Diego Flórez, que habría culminado una velada, digna de todos modos de feliz recuedo. Marc Laho es un tenor belga, rechoncho y correctito, cuya voz palidece y se esfuma ante la sola evocación de la del peruano. Hay un DVD que recoge una interpretación suya del mismo personaje (Ory) en el festival de Glyndebourne de 1999, en el que Diana Montaigue hace un Isolier bastante mejor que el de Francesca Provvisionato. Excelente y muy guapa la soprano rusa Irina Samoylova (Adéle), muy en su sitio el barítono bajo Simón Orfila (Le Gouverneur) y apropiada la mezzo Marina Rodríguez-Cusí como Ragonde. Los demás, ni fu ni fa.
Las banderitas de colores arco iris que se agitan en la escena final ¿son otro guiño de Lluis Pasqual? Andrés, que es muy sabio, cree que no.
En la imagen elegida, la puesta en escena es la misma que anteayer hemos contemplado. Sólo que en ella está Juan Diego Flórez, que habría culminado una velada, digna de todos modos de feliz recuedo. Marc Laho es un tenor belga, rechoncho y correctito, cuya voz palidece y se esfuma ante la sola evocación de la del peruano. Hay un DVD que recoge una interpretación suya del mismo personaje (Ory) en el festival de Glyndebourne de 1999, en el que Diana Montaigue hace un Isolier bastante mejor que el de Francesca Provvisionato. Excelente y muy guapa la soprano rusa Irina Samoylova (Adéle), muy en su sitio el barítono bajo Simón Orfila (Le Gouverneur) y apropiada la mezzo Marina Rodríguez-Cusí como Ragonde. Los demás, ni fu ni fa.
Las banderitas de colores arco iris que se agitan en la escena final ¿son otro guiño de Lluis Pasqual? Andrés, que es muy sabio, cree que no.
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