Wednesday, May 16, 2007
Don Giovanni en Vigo
A la hora de valorar una representación de ópera en esta ciudad, tal como me hizo observar un frecuente, amable, amistoso y culto comentarista de esta humilde bitácora, debemos siempre tener en cuenta la situación de partida, antes de que la renacida Asociación de Amigos de la Ópera de Vigo iniciase su nuevo ciclo vital. Para mejor entendimiento del asunto, ponía este inteligente amigo un símil futbolístico verdaderamente esclarecedor. Comparaba aquella situación, de Don Carlos búlgaros, Rigolettos inclasificables y Toscas imposibles con la de un equipo adscrito a la segunda división liguera (y colocado en los puestos "predescenso" de la tabla, añado yo). Debemos honestamente reconocer que la Madama Butterfly y, sobre todo, la Lucrecia Borgia del año 2006 elevaron la situación hasta el segundo o tercer puesto de la misma tabla y, en consecuencia, se ascendió a la primera división, en la que, ya finalizada la temporada 2006 - 2007, se ocupa, aproximadamente, un lugar décimoquinto que evita el descenso. Cierto que eventos singulares, como la epifanía de Violeta Urmana, permiten soñar con jugar la UEFA o incluso la Liga de Campeones. Conviene, sin embargo, tener presente, para que no se incurra en estéril autocomplacencia, que el cutrerío de La Traviata, parcialmente compensado con la indudable dignidad y más que aceptable calidad media del Don Giovanni de ayer, coloca el momento en el lugar que acabo de señalar (puesto arriba o puesto abajo). Baste como preámbulo de estricta justicia y observemos ahora, algo más de cerca, esa dignidad y esa más que aceptable calidad media. Voy a servirme para ello de un anárquico procedimiento, inspirado en la ducha escocesa, aplicado de manera absolutamente desordenada y radicalmente antihigiénica.
Chorro de agua helada primero: Katarina Jovanovic, gritona y estridente en el primer acto, ahogada e igualmente estridente en el segundo, perpetró una Donna Anna que encomendamos a la piedad del distinguido. Con asombrada perplejidad, mi amiga Dominique Cheutin, gran connaisseuse, me acaba de enviar un correo electrónico con el texto de un comentario a un concierto de la soprano serbia de julio de 2002 . Dice así : "La belle Katarina Jovanovic a un talent insolent. Captivante, touchante, perfectionniste, virtuose, grave, légère, primaseutière et tragique, profonde et généreuse, elle choisit, pour cet enregistrement en concert, un programme particulièrment adapté, qui met en valeur ses capacités étonnantes. [...]" Es decir, destaca todas la cualidades, calidades y virtudes que harían de ella la más grande Donna Anna de todos los tiempos presentes, pasados y venideros, porque, en efecto, el papel tiene tales dificultades y exigencias que no conozco a ninguna soprano que las reúna todas y con el grado e intensidad necesarios. ¿Qué ocurre? ¿Qué ha sucedido? Me atrevo a formular, por orden de plausibilidad, las siguientes hipótesis: a) la Jovanovic estaba ayer gravemente enferma; b) en los cinco años transcurridos desde julio de 2002, ha venido sufriendo un progresivo y acelerado deterioro estético y vocal que requiere, cuando menos, un prolongado reposo reparador; c) el comentarista que escribió las líneas que acabo de reproducir sufría a la sazón una preocupante crisis alucinatoria o se había bebido a morro una botella entera de absenta, lo que en absoluto se compadece con la obtención por la diva de la unanimidad en el otorgamiento del Premio Montserrat Caballé del año 2000 ni, mucho menos, con los comentarios elogiosísimos al amplio repertorio de Doña Katarina que fácilmente se pueden encontrar en la red.
Chorro de agua cálida y reconfortante: La, en casi todos los sentidos, ligera Valerie Gabail hizo una Zerlina deliciosa, delicada y magníficamente cantada, a la que tan solo faltó una pizca de picardía y golfemia en el ofrecimiento a Masetto del bálsamo que lleva puesto, que es natural, y muy sabroso y el boticario no sabe hacer. Pero esto no es tanto culpa suya como de quien ideó la puesta en escena, de la que luego hablaremos. Su celoso prometido, el ingenuo Masetto, estuvo muy bien servido por el bajo Tobby Stafford-Allen, que acertó plenamente con las características del personaje y cumplió con amplitud sus no demasiado comprometidas exigencias vocales.
Chorros de agua a temperatura justa y equilibrada: La atlética y en absoluto exenta de tirón erótico Madelaine Wibom sacó adelante con mucha prestancia una Donna Elvira un tanto acelerada y, por momentos, muy ligeramente destemplada, pero convincente; y el inicialmente indeciso Nial Chorrell propició un Don Ottavio muy a la medida, aunque tal vez algo escaso de potencia.
Chorro de agua imperceptible para la piel de los bañistas: el casi inaudible Orlando Mason no permite comentarios. Estoy por decir, pero no me atrevo del todo, que andaba bastante flojo de graves y que le faltaba resuello para redondear los finales de cada frase musical. La Orquesta Amigos de la Ópera de Vigo, muy correcta, pecó quizás de excesivamente alta, contribuyendo con ello a apagar casi por completo la voz de este larguirucho, con excelente vis cómica, pero necesitado de amplificación. Una lástima, porque las intervenciones de Leporello y, sobre todo, el aria del catálogo, son para quien esto escribe de todo punto esenciales en el desarrollo de esta obra maestra. Donna Anna aparte, creo que fue Leporello el personaje peor tratado de esta producción: empiezan por acanallarlo en exceso haciéndolo no ya émulo de su amo, sino cooperador necesario del asesinato del comendador, cuando facilita al disoluto la navaja homicida. Continúan ninguneándolo obligadamente al desproveer de invitados e invitadas la celebración de los esponsales de Zerlina y Masetto: esta mutilación impide que el acercamiento sobón de Don Giovanni a la pareja, acompañado de la frase "v'esibisco la mia protezione" sea respondido por Leporello con el cachete de nalgas a una de las campesinas y con la excusa "Anch'io, caro padrone, esibisco la mia protezione". Y concluyen colocándole un pelucón infame y sirviéndolo con el aludido inaudible (¿acatarrado?, ¿resfriado?).
Muy aplomado, a pesar de su corta envergadura física, y con elegante empaque vocal, el bajo Johannes Schmidt, que dio "vida mortal" a un Commendatore de libro y en todo momento impecable: chorros de agua muchísimo más que templada.
Del mismo nivel y temparatura son las emanaciones del barítono Ivan Ludlow que, muy convenientemente ayudado por una apostura que favorece la credibilidad del seductor, encarnó un Don Giovanni vocalmente seguro y firme e interpretativamente impostado a las discretas dosis que evitan la sobreactuación.
Mientras nos secamos con toalla envolvente, comentemos lo que queda por comentar de una puesta en escena discutible, algunos de cuyos resabios han sido ya esbozados. La austeridad monacal de su planteamiento no encubre unas pretensiones intelectuales algo refitoleras que se traducen en el simbolismo asaz obvio de la considerable cruz de madera, por momentos móvil, que visible a ratos e invisible a otros, preside a perpetuidad el fondo de escena. A esta cruz increpa y amenaza "post mortem" un Don Giovanni aún presente en el corazón de todos, con un gesto ingenuamente provocador, del que el público, ansioso como estaba por aplaudir con desafuero, apenas si se enteró. ¿Merece el calificativo de ingenioso el recurso de poner unas pequeñas trabas practicables de madera en el tercio inferior de las patas de las mesas, para que, volcadas éstas sobre sus tablas, permitan sugerir las cruces de las tumbas de un cementerio? No lo sé. Lo que sí sé es que no me pareció ni medio bien (aunque tal vez la necesidad haya obligado) que se haya prescindido de la presencia coral de los campesinos en la secuencia esponsalicia y en el baile de disfraces: desnaturaliza el sentido de los mismos.
Dejo para otro día, y expresamente invito a Don Roberto Relova a participar (lo que me honraría sobremanera), la discusión sobre el carácter mítico-divino de los tres personajes femeninos (Atenea [Minerva] - Donna Anna; Hera [Juno] - Donna Elvira; y Afrodita [Venus] - Zerlina). Adelanto que, también respecto de estas cuestiones "teológicas" tenemos mayor y mejor capacidad de entendimiento los ateos practicantes.
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6 comments:
Mi admirado Vizconde:
Ua vez más debo felicitarle por la claridad y erudicción de sus comentarios, y por el hecho de convertir sus "memorias de pretumba" en una glosa, o reseña de obligada lectura, de los eventos o efemérides líricas de nuestra ciudad (huerfana de las mismas durante años).
Debo decirle que en líneas generales, me gustó el Don Giovanni, y que ascendimos un puesto respecto a la clasificación anterior (...pero no caigamos en la autocomplacencia y en el conformismo, todavía nos queda mucho para permanecer dignamente en Primera).
Por añadir algo a lo ya sabiamente expuesto por Ud, destacaría la concepción teatral de la representación, y con ello, dirección de actores y el movimiento escénico de los mismos (muchas veces hasta de 6 de los protagonistas cambiando continuamente de posición en el escenario) , lo que trasluce un gran trabajo de muchas horas, por parte del regista de turno. En ello, se ve claramente la impronta británica de la compañía que nos representó las últimas andanzas del disoluto. Junto a esta exigente labor, destacar también la dirección de luces o la iluminación de esta función. Lo que demuestran estos dos apuntes (dirección escénica e iluminación) es que, con pocos medios, (menos que los de La Traviata) se puede hacer una producción digna sin caer en lo "cutre".
Pero para mí, no todo es destacable en la dirección escénica: censuro (al igual que Ud.) el hecho de convertir a Leporello en un "delincuente", al ser un cooperador necesario en el asesinato del comendador, y con ello privar al criado de su ingenuidad o carácter "sanchopancesco". Tampoco me gusto el aspecto móvil (o mejor dicho "se moviente") que tenia la estatua en el cementerio, lo que me llevó a deducir que durante toda su intervención, en los últimos cuadros, que estábamos, no ante una estatua que cobra vida, sino ante un fantasma (en lo que posteriormente se convertiría Don Giovanni), y con ello tampoco entiendo o comparto el cambio de ropa de la misma (de "guerrera" o abrigo en el cemenerio a traje en la cena).
En cuanto al aspecto vocal, la media fue bastante aceptable, lo cual tiene su mérito, puesto que Donna Anna y Leporello podían haber dejado la función "tocada y hundida"; pero destacaría la labor, en este campo de Don Giovanni, de los dos bajos (Masetto y Comendattore) y de Donna Elvira (aúnque a veces un poco estridente y simpre muy gesticulante). A Zerlina (correcta en lo vocal), en la escena del "bálsamo" con Masetto, le faltó sutileza y le sobró explicitud. Debo confesarle que, viendo el curriculum de Katarina Jovanovic, pensé que la misma se había puesto enferma, y que precipitadamente habían buscado una "cover", pero tras buscar en internet, descubrí para mi desgracia (... y sobre todo para la de ella) que era la anunciada.
Aprovecho, ahora que se terminaron las representaciones y el recital de esta temporada, para felicitar efusivamente y reconocer públicamente la ingente y dificil labor de nuestra junta directiva, y agradecerles públicamente la labor desempeñada para poner en pie esta temporada.
Por último, me gustaría realizar una reseña sobre el público de esta ciudad (el mismo que no acude a las soberbias conferencias líricas, ni al recital de la Urmana y aplaude tímida y tíbiamente este Don Giovanni y más efusivamente La - mediocre -Traviata). Sobre el mismo, tiene una ingente (y dificilísima) labor la directiva de nuestra asociación, porque es vital, para la supervivencia de nuestras temporadas líricas, que el el Teatro se llene y que en la ciudad se respire algo de ambiente (como pasa en Jerez, en Coruña, en Oviedo, ...)de lo contrario, en unos años, podemos volver a la travesía del desierto; ... que se hace: se traen figuras internacionales (... de "Champions League") a riesgo de terciar el aforo o la asistencia (por el desconocimiento de las mismas que tiene la media en esta ciudad), o se les dá lo que espera (pero con más calidad). Es muy difÍcil formar a una audiencia desasistida durante lustros (... le confieso, querido amigo, que "barrenaba" esto el otro día y que no encuentro una solución, ni siquiera una opinión propia.
Sin más, aprovecho la ocasión para saludarle cordial y afectuosamente
Atentamente.
Pd.- Tengo también, una opinión sobre las deidades griegas, pero espero a que el Sr. Relova recoga su envite.
Creo que ya está restablecido su comentario. Creo también que estamos básicamente de acuerdo en casi todo. También en el excelente juego de luces y el el movimiento de los personajes en escena, salvo en una ocasión: la entrada de los tres enmascarados en el baile de disfraces en la que Don Ottavio se mueve tanto que llega a parecer un saltimbanqui, impresión esta realzada por su bizarro atuendo.
Querido Vizconde:
Antes de nada, debo agradecerle el hecho de haber recuperado mi anterior comentario que se había perdido por suerte de esos extraños “duendes digitales” que suelen operar en todos los ordenadores. Este público agradecimiento, debe ser mayúsculo por el hecho de que mis comentarios, sin duda alguna, restan frescura y sabiduría a su excelsa bitácora “bloggera”.
Decía mi idolatrado J. Ford (para mi gusto, uno de los más grandes genios creadores del siglo XX, y no me refiero sólo a las artes cinematográficas) en esa soberbia joya que es “El hombre que mató a Liberty Valance” que, cuando la leyenda entra en contradicción con la realidad, debe prevalecer la primera. Este circunloquio viene a cuento por el “Don Giovanni”; creo que si sigo dándole vueltas, perderé la buena imagen de la representación operística en cuestión (… y con ello pondríamos en peligro la permanencia en división de honor) y es mejor quedarse con la primera impresión, aunque la misma sea más idealizada.
Me refiero a nuestro Don Ottavio. Verá que en mi primer comentario no hice referencia alguna respecto a Niall Chorell (que así se llamaba el tenor en cuestión). Ello es debido a que, para mí, supuso un auténtico “chorro de agua tibia” (utilizando su símil), ni frío ni calor. Me explico: coincido con Ud. en que tenía buena voz, pero le faltaba fuelle o fuste y además para mi gusto (… y puede que torpe apreciación) abusaba de la media voz y por tanto de los filados. En la escena del baile, (pese a que alabé la dirección escénica, y mantengo el criterio) la más incorrecta de toda la representación (precisamente por la ausencia de bailarines, por lo que Masetto podría haberse olido la “encerrona”) estaba el meritado tenor, extrañamente ataviado: leotardos o mallas, máscara y melena al viento; por lo que parecía más una especie de cómica y estrafalaria“pimpinela escarlata” que un noble enmascarado dispuesto a “desenmascarar” al disoluto. Debo confesarle, que mi acompañante temió por la integridad física del Sr. Chorell, cuando pistola en ristre caminaba de espaldas, hacia atrás, por la plataforma formada por las 3 mesas “multifunción”, hasta llegar al borde del improvisado estrado, con auténtico riesgo de descalabrarse si daba un paso en falso.
Aprovecho para comentarle que mis Don Ottavios de referencia son Dermota y Kraus.
Por cierto, como ya sabrá, Don Alfredo debutó profesionalmente en el año 1.956; pero en el año 1.954 participó en un recital con otros cantantes (como tenor profesional/aficionado) con orquesta, en el Teatro Galdós de Las Palmas (lo que se considera como la primera actuación de Alfredo Kraus), dónde interpretó: “Un tal gioco …” y “Recitar … Vesti la giubba” de I Pagliacci y “Celeste Aida” y el dúo final de la misma ópera.
¡Que curioso!, el mejor tenor lírico dando sus primero pasos con el repertorio propio de un “spinto”. Se conserva, con gran calidad, la grabación de ese importante acontecimiento “histórico” (por desgracia se perdió el registro del referido dúo …); y si Ud. lo desea, lo tiene a su disposición y será para mi un auténtico placer facilitarle una copia de dicho “suceso”, de gran valor para todos los krausistas …
Amigo vizconde, agradeciéndole su atención, y disculpándome por la “usurpación” de espacio digital, reciba un afectuoso saludo.
Discúlpeme, querido Almaviva, mi retraso en la respuesta. Comparto todas sus opiniones sobre Niall Chorrrel. En mi comentario, movido por un afán de "crítica constructiva", hice referencia sólo a los aspectos positivos de su muy digna pero insuficiente prestación. Son totalmente acertadas, en mi opinón, sus observaciones sobre el abuso de la "mezza voce" y la escasez de fuelle. Kraus y Dermota son también mis Don Ottavios preferidos. A distancia, Simoneau y Schreier (por cierto, que este último, al que en absoluto escatimo elogios, hace gala de su apellido: Schreier, "gritador", en alemán.
Mi admirado Vizconde: En una muestra de descaro por mi parte, me he tomado el atrevimiento de dedicarle una de las fotos de mi cuaderno de bitácora, sin solicitarle previamente su beneplácito.
Si tal dedicatoria le ocasiona la menor de las molestias, le ruego que me lo haga saber y la retiraré al instante.
Quedo a su disposición.
Su dedicatoria no sólo no me molesta, sino que me honra y satisface de manera harto inmerecida. Muchísimas gracias.
Sus ilustraciones poéticas a las imágenes que elige y crea me parecen apropiadísimas y llenas de pertinencia, sentido y "visión".
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