Thursday, May 11, 2006

Familias "monomarentales"

Frecuentemente, soy el último en enterarme de las cosas que suceden en mis entornos más inmediatos, incluido el laboral. Así, por ejemplo, esta misma mañana, tuvo que ser una compañera quien me diese noticia de que una convocatoria de plazas para guarderías públicas debió corregirse, y fue además objeto de cuchufleta mediática, porque en su texto figuraba la expresión "familia monomarental o monoparental". La buena mujer quería que le aclarase, en mi condición de filólogo bricoleur (y de chichinabo), si la corrección era pertinente y la rechifla justa. Me lo pidió por correo electrónico y he aquí mi respuesta:

A ver si podemos aclararnos un poco.
El vocablo parental proviene, obviamente, del latín parens-tis, participio activo del verbo parire (=parir). Parens es, pues, quien pare y, por extensión, quien engendra (o, mejor, quien fecunda o insemina). Parentes son, en consecuencia, la madre (que pare) y el padre (que insemina o fecunda). En una siguiente extensión semántica, son parentes (=parientes) todos los unidos por una relación consanguínea o, incluso, afín. Está claro que, en este caso, los que nos interesan son el padre (que insemina o fecunda) y la madre (que concibe y pare). En estos estrictos téminos, la única familia monoparental de todos los tiempos sería la formada por Jesucristo y su madre, siempre que se acepte la sinrazón de que María permaneció virgen antes del parto, en el parto y después del parto, caso extraordinario y único de partenogénesis humana. Chorradas aparte, quedamos en que son parentes tanto la madre como el padre (y, si me apuras, más la madre que el padre, pues es ella la única que pare, con o sin "couvade").
Sin ponernos tiquismiquis, podemos admitir la parasíntesis "monoparental", siempre que ello se refiera a una familia constituida por un hijo, o varios, y sólo uno de sus dos progenitores. Pero, ciertamente, lo de "monomarental" es un despropósito lingüístico y una "cantada" ignara y paleta. Son las consecuencias nefastas de querer ser políticamente correcto a toda costa.
¡Ay, "mare" mía, que la virgen ("monomarental") de los desamparados nos ampare!
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Wednesday, May 10, 2006

Der Besuch des alten Dumm, oder Der Kulturkommissar, oder "Ridicule"


Por obvio que resulte, necesito explicar el título de esta entrada: se trata -discúlpenme la prescindible aclaración- de un torpe juego de palabras con el título original del célebre drama de Dürrenmatt La visita de la vieja dama, sustituyendo, con las necesarias adptaciones de género gramatical, Dame (=Dama) por Dumm (=tonto).
En el intermedio de la representación del Don Carlos verdiano que tuvo lugar ayer en mi ciudad de residencia, me encontré con un vecino de mi ciudad de origen, levantino de nación y amante, según sus propias palabras, del cuadrante noroccidental de la península, que usurpa más que ocupa un alto cargo en la administración cultural del municipio. Venía el sujeto a estudiar, a cata y a cala, las posibilidades de llevar a su jurisdicción a la compañía búlgara que perpetraba el desaguisado. Loable y esforzado propósito de un funcionario eficiente y resolutivo.
Debería, en todo caso, de haber sido yo el sorprendido por el encuentro. Pero esta clase de individuos posee la virtud de volver del revés cualquier situación, por peregrina que ésta sea y, como si lo más natural y lógico del mundo fuese su presencia a cuatrocientos kilómetros de de su casa o de su lugar de trabajo en día de labor y lo más absurdo e inimaginable la mía en un espectáculo en el lugar en que vivo, exclama el iluminado:
- ¡Pero bueno...! ¿Cómo tú por aquí?.
Como es fácil de imaginar, el comisario de cultura es un hombre untuoso y relamido, engolado y pedantón, menudito y con pujos de seductor caduco, se autorreputa de afrancesado y no pasa de precioso ridículo. Por otra parte, debe de andar circunstancialmente muy necesitado: se le iban los ojos tras el culo espléndido de la alcaldesa pepera (que, sin que sirva de precendente, ornaba con su palmito un evento operístico), como los de un hambriento tras un chorizo de Cantimpalo.
De los búlgaros y su versión de Don Carlo, mejor no hablar mucho: si no se hubiesen merendado el primer acto enterito, si no hubiesen cambiado arbitraria y gratuitamente el final de la obra, si, por el contrario, se hubiesen cargado, por incompetencia absoluta, al fulano que interpretaba al Marqúes de Posa en el inicio mismo de la representación, sin esperar al lugar propio del acontecimiento en el cuarto acto, su actuación podría haberse tolerado, pese a lo casposo y cutre de la escenografía y a la sustitución de las sandalias del Gran Inquisidor por mocasines blancos con adornos de goma negra.
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Monday, May 01, 2006

Una camarera que se parece a Virginia Woolf



Pasé este fin de semana con estrambote en mi ciudad natal. Menguadas están sus antiguas glorias industriales y su presunta prosperidad siderúrgica, lo que no impide que tenga una sorprendente ocupación hotelera que llegó al cien por cien en estos tres días de vacación. Sus visitantes no deben ser demasiado andariegos, ni siquiera paseadores, porque las calles del centro histórico ofrecían un aspecto más bien tristón y ralo. Estaban, al parecer, llenos los restaurantes y tabernas especializados en cocina y bebida regionales. Por eso, y también por razones de amistad y de fuerza de la costumbre, acudí a los sitios que más frecuento para abrevar y pastar. Uno de ellos, que utilizó José Luis Garci para ambientar alguna secuencia de su película You are the one, está regentado por un viejo amigo, mejor persona que empresario, cuyos empleados, bastante cambiantes, gozan del dudoso privilegio de la desfachatez controlada, que ejercen con los clientes de confianza, entre los que me cuentan. Siempre creí que el más antiguo de los camareros, especialmente deslenguado, era el mejor cualificado para hacerse con la titularidad del negocio una vez que su dueño actual se decida a darle gusto a su inveterada vocación de rentista. Pero me bastó oir dos frases a una nueva empleada, una uruguaya con la mirada en la caja y el perfil en la parroquia, para darme cuenta de que esta joven, acuciada por la precariedad del inmigrante, le merendará las aspiraciones con cuchillo y tenedor a su veterano compañero. Se parece a Virginia Woolf y tiene mucho más de wolf que de virginia. Triunfará.
Relaciono la anécdota y la poco audaz profecía con la caracterización que del paisanaje de la ciudad hace otro de sus nativos. Toma de la novela del amigo Fernando Bartolomé Matar a un rey una frase campanuda: "...hidalgos de escasa fortuna y con pretensiones a espuela", y la aplica a sus convecinos más rancios. No creo que sea justo en su apreciación. En mi patria chica hay la misma proporción de caballeros tronados y faroles sin aceite que en cualquier otro burgo de su entidad y dimensiones. Lo que sí tal vez se respire es una cierta galbana posmetalúrgica de la que convendría sacudirse más pronto que tarde.