Monday, May 01, 2006

Una camarera que se parece a Virginia Woolf



Pasé este fin de semana con estrambote en mi ciudad natal. Menguadas están sus antiguas glorias industriales y su presunta prosperidad siderúrgica, lo que no impide que tenga una sorprendente ocupación hotelera que llegó al cien por cien en estos tres días de vacación. Sus visitantes no deben ser demasiado andariegos, ni siquiera paseadores, porque las calles del centro histórico ofrecían un aspecto más bien tristón y ralo. Estaban, al parecer, llenos los restaurantes y tabernas especializados en cocina y bebida regionales. Por eso, y también por razones de amistad y de fuerza de la costumbre, acudí a los sitios que más frecuento para abrevar y pastar. Uno de ellos, que utilizó José Luis Garci para ambientar alguna secuencia de su película You are the one, está regentado por un viejo amigo, mejor persona que empresario, cuyos empleados, bastante cambiantes, gozan del dudoso privilegio de la desfachatez controlada, que ejercen con los clientes de confianza, entre los que me cuentan. Siempre creí que el más antiguo de los camareros, especialmente deslenguado, era el mejor cualificado para hacerse con la titularidad del negocio una vez que su dueño actual se decida a darle gusto a su inveterada vocación de rentista. Pero me bastó oir dos frases a una nueva empleada, una uruguaya con la mirada en la caja y el perfil en la parroquia, para darme cuenta de que esta joven, acuciada por la precariedad del inmigrante, le merendará las aspiraciones con cuchillo y tenedor a su veterano compañero. Se parece a Virginia Woolf y tiene mucho más de wolf que de virginia. Triunfará.
Relaciono la anécdota y la poco audaz profecía con la caracterización que del paisanaje de la ciudad hace otro de sus nativos. Toma de la novela del amigo Fernando Bartolomé Matar a un rey una frase campanuda: "...hidalgos de escasa fortuna y con pretensiones a espuela", y la aplica a sus convecinos más rancios. No creo que sea justo en su apreciación. En mi patria chica hay la misma proporción de caballeros tronados y faroles sin aceite que en cualquier otro burgo de su entidad y dimensiones. Lo que sí tal vez se respire es una cierta galbana posmetalúrgica de la que convendría sacudirse más pronto que tarde.

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