La envidia, como los celos, es de color verde. La envidia es el más odioso y mezquino de los siete pecados capitales, más incluso que la avaricia, pues, a diferencia de ésta exige el infortunio del prójimo como condición necesaria del deleite propio. Calpurnia es constitutivamente envidiosa y, como tal, primariamente odiosa y mezquina. El color verde cloaca trasluce en su rostro adusto y esquinado. La llamo Calpurnia, sin saber si la esposa de César era o no envidiosa, porque la sonoridad híspida y agreste de ese nombre conviene y se adecua al alma retorcida de mi retratada como la vaina al puñal. El marido de Calpurnia no escribió La Guerra de las Galias porque tampoco sería capaz de escribir con la mínima solvencia exigible la croniquilla de un partido de fútbol de segunda división. Esta circunstancia encorajina inconfesable e inconfesadamente a Calpurnia, cuyo carácter se agria más y más según declina su vigor hormonal. No es Calpurnia escasa de luces, pero su inteligencia se ve dañada por la acidez de los humores. Es sumamente infrecuente y difícil oir de Calpurnia una frase amable o un comentario benevolente. Calpurnia se cuece en su propia salsa avinagrada y morirá con un rictus de inquina sorda y de livor en los labios.
Tuesday, August 01, 2006
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment