Sunday, October 05, 2008
La llamada de las tres de la mañana. Paul Krugman
Son las tres de la mañana, pocos meses antes de 2009, y suena el teléfono en la Casa Blanca. Varios fondos de inversión libre de gran tamaño están a punto de quebrar, y es muy probable que se haga el caos cuando abran los mercados. ¿A quién confiaría usted esta llamada?
No estoy siendo melodramático. El plan de rescate rechazado ayer es mucho mejor que la propuesta inicial de Paulson –suficiente, en todo caso, para darlo por bueno. Pero no es lo que actualmente se entiende por un buen plan, y no acabaría con la crisis. Lo más probable es que el próximo presidente haya de habérselas con algunas emergencias financieras serias.
Entonces: ¿Qué sabemos sobre las aptitudes de los dos hombres que, con toda probabilidad, habrán de recoger esta llamada? Pues bien, Barack Obama parece bien informado y consciente sobre asuntos económicos y financieros. John McCain, por su parte, me asusta.
A propósito de Mr. Obama, es una lástima que no haya mostrado un mayor liderazgo en el debate sobre el proyecto de ley de rescate, eligiendo, en cambio, dejar la decisión en manos de los congresistas demócratas, especialmente Chris Dodd y Barney Frank. Pero tanto Obama como los congresistas demócratas cuentan con consejeros muy conocedores de la cuestión, con gestores expertos en el manejo de crisis y siempre disponibles como Paul Volcker y Robert Rubin.
Luego está el temible Mr. McCain, más temible ahora que pocas semanas atrás.
Sabemos desde hace tiempo, por supuesto, que Mr. McCain no sabe mucho de economía –él mismo lo ha dicho, aunque ahora lo desmienta. Eso no sería mucho problema si tuviese buen gusto al elegir consejeros, pero no lo tiene.
Recordemos que su principal mentor financiero es Phil Gramm, el “archidesregulador”, que tuvo especial cuidado en sus tiempos senatoriales en evitar la supervisión de las operaciones financieras “derivadas” (los instrumentos mismos que provocaron la caída de Lehman y A. I. G., y llevo a los mercados de crédito al borde del colapso. Mr. Gramm no ha tenido papel oficial en la campaña de McCain desde que definió a América como una “nación de quejicas”, pero aún se le considera un probable candidato a la Secretaría del Tesoro.
Y el último año, cuando la campaña de McCain anunciaba “una impresionante colección de economistas, profesores y eminentes líderes políticos conservadores” para asesorarle en su política económica, ¿quén era la estrella principal? Kevin Hassett, coautor de “Down 36.000”. Baste con lo dicho.
Ahora bien, en buena medida la pobre calidad de los consejeros de MCCain refleja el harapiento estado intelectual de su partido ¿Ha habido jamás una propuesta económica más patética que la sugerencia de House Republicans de que intentemos resolver la crisis financiera eliminando los impuestos sobre los rendimientos del capital? (las instituciones financieras con problemas, por definición, no tienen rendimientos del capital para gravar).
Pero incluso el presidente Bush, en el crepúsculo de su administración, se ha vuelto una persona relativamente sensible al tomar decisiones políticas. No soy un fan de Mr. Paulson, pero le lleva una gran ventaja a su predecesor. A este respecto, uno tiene la sospecha de que una administración McCain podría hacernos añorar la competencia de la era Bush.
No obstante, la revelación real de las últimas semanas es lo erráticas que son las visiones de McCain sobre economía. En un momento dado, parece tener opiniones muy seguras, pero pocos días después se desmarca en una dirección completamente distinta.
Así, el 15 de septiembre declara, por decimoctava vez, como mínimo, en este año, que “los fundamentos de nuestra economía son fuertes” Esto fue la víspera de que Lehman entrase en bancarrota y Merryl and Lynch fuese intervenida, y la crisis financiera alcanzase un nuevo y aún más peligroso peldaño.
Pero tres días más tarde declaraba que los mercados financieros americanos se habían convertido en un casino, y decía que él habría cesado a la cúpula de la Comisión de Seguridad y Cambios –lo que, por descontado, no figura entre las competencias del presidente.
Y luego encontró un nuevo equipo de villanos –Fannie Mae y Freddie Mac, los prestamistas patrocinados por el gobierno (con independencia de algunos escándalos reales en Fannie y Freddie, éstos desempeñaron muy escaso papel en el origen de la crisis: la mayor parte de las malas operaciones de crédito proceden de los empréstitos privados). Y, de manera moralista, acusa a otros políticos, Mr. Obama incluido, de estar bajo la influencia financiera de Fannie y Freddie: resulta que una firma de la que es titular su propio jefe de campaña estuvo siendo financiada por Freddie hasta el último mes.
Luego Mr. Paulson ve rechazado su plan, y Mr. MaCain interviene vehementemente en el debate. Pero admite varios días después de ser rechazado el plan Paulson, de sólo tres páginas, que no lo había leído.
Pues bien: creo que tienen ustedes el retrato.
La economía moderna se ha vuelto un lugar peligroso – y no es la clase de peligro que se pueda afrontar hablando recio y denunciando malhechores. ¿Tiene McCain el juicio y el temperamento para afrontar esa parte del empleo a que aspira?
Nota: el original inglés de este artículo se publicó el 29 de septiembre de 2008 en el New York Times. Me pareció interesante hacer esta pobre traducción. Pido perdón por las faltas.
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