Thursday, December 21, 2006

El Requiem de Mozart visto por Álvaro Zaldívar


Los amigos de la ópera han vuelto a traer al ilustre profesor y alto funcionario del Ministerio de Educación, Álvaro Zaldívar, para ilustrarnos con su visión crítica del Requiem de Mozart. El brillante musicólogo nos deleitó con una pirueta intelectual sin duda admirable: partir de una apreciación discutible para llegar a una conclusión ingeniosa y sumamente convincente. Apreciación discutible: la nada misteriosa misa de difuntos del salzburgués no sólo es una pieza incompleta, con añadidos y remiendos de muy distintos paños, descuidada en más de una ocasión, sino que no pasa de la segunda fila dentro del ingente y genial corpus mozartiano; sin embargo ha pasado a la historia, por la razón de que en arte el tiempo también crea, con la condición de obra identitaria de su autor. Conclusión ingeniosa y sumamente convincente: Mozart jamás tuvo un interés mínimamente entusiasta en cumplir con el encargo del bizarro conde que quiere homenajear a su difunta esposa adornándose con plumas ajenas y, por tanto, jamás se sintió a sí mismo como destinatario de la obra que él debía componer y el insigne badulaque presentar y firmar como propia. Por esas mismas razones, la fue postergando una y otra vez, procrastinando un día sí y otro también, hasta que llegó la pelona y se lo llevó sin concluir la encomienda. Poderosos avales de la tesis: en los cinco meses largos que transcurren entre el día en que el mensajero del conde entrega a Mozart su encargo y el momento en que éste exhala el último suspiro, el genio compone no menos de seis obras maestras, todas ellas perfectamente conclusas, entre las que se cuentan nada menos que La flauta mágica, el Concierto para clarinete y orquesta K 622, el breve, edulcorado y bellísimo Ave Verum Corpus o la Pequeña cantata masónica K 623, y no conviene olvidar que La flauta mágica y el Concierto para clarinete son también encargos, aunque de sus amigos Schikaneder y Städtler, como asimismo es encargo, institucional y regio, La clemencia de Tito, ópera infravalorada, con tema y libreto bombásticos y pasados de moda, pero cuya música tiene momentos sublimes.
¿Cuál es, entonces, el origen de la difícilmente creíble leyenda, según la cual Mozart se obsesionó con la composición del Requiem de manera febril y hasta el punto de llegar a creer que lo estaba componiendo para su propio funeral, en un rapto de arrepentimiento por su impiedad y su vida disipada? Debe tenerse en cuenta que el divino Amadeus era un personaje muy mal visto en la Viena oficial de su tiempo, en la urbe y en el orbe, entre colegas y extraños, entre los eclesiásticos, desde el corte de mangas a Colloredo, y entre los cortesanos desde su adscripción a la logia masónica Zu gekrönnte Hoffnung, una de las mas projacobinas de Viena (¡projacobina, de los jacobinos que menos de dos años después de la muerte del músico ejecutan a la muy vienesa, imperial y real Maria Antonieta!). Mozart era masón y se lo tomaba muy en serio; a Mozart le gustaban las mujeres y el vino y no lo disimulaba en absoluto. En estas circunstancias, no es de extrañar que contase con muy pocos amigos entre los círculos del poder. De ahí la muy comprensible necesidad que sintió la viuda Constanze de "rehabilitar" la imagen del difunto, siquiera fuese para que su música siguiese siendo rentable y exportable y para que ella misma pudiese obtener algún beneficio público que, aunque magro, obtuvo. Por eso, están lastradas las aproximaciones biográficas que, como la de Robbins Landon (especialista, por cierto, en Haydn y no en Mozart), se basan en los testimonios de los parientes, amigos y allegados del excelso, que, en el mejor de los casos estaban guiados por el afecto y los legítimos intereses. Por eso, Zaldívar prefiere las frías pruebas documentales y los testimonios menos cálidos, menos piadosos y más fiables.
Los mozartianos de pro le agradecimos cordialmente su paráfrasis final: si Mann dijo que Bach fue, en la música, un océano (y no un "arroyo", como su apellido indica), Mozart fue, en el siglo de las luces, la luz del sol.

2 comments:

Anonymous said...

Estimado compañero de aficiones músicas: casi por casualidad, pero son suma satisfacción, he tenido la fortuna de leer tus amables y minuciosos comentarios sobre mi charla viguesa del pasado mes de diciembre. No puedo sino felicitarte primero por la espléndida iniciativa de tu culto e interesante blog, y en segundo lugar, y lógicamente más personal, por el interés que pusiste en mi modesto trabajo, cuyos efectos has multiplicado generosamente con tu inteligente glosa. Y, dada la fecha, no puedo despedirme sin añadir mi sincero deseo de todo lo mejor, musical y mucho +..., en el año que acabamos de iniciar. Con mis cordiales saludos, Álvaro Zaldívar.

monchovalle said...

Muchísimas gracias por tu felicitación y por tus inmerecidos elogios de mi pobre blog que, a pesar de lo que pueda parecer, tiene más de desahogo personal que de cualquier otra cosa. Mi humilde glosa de tu espléndida charla tenía más deseos de ayudar a mi frágil memoria que intenciones alcanzables de difusión pública. Que tú la hayas encontrado y haya merecido tu más que amable respuesta compensa con creces el pequeño esfuerzo de haberla añadido a la bitácora. Muy próspero y musical año nuevo.