Sunday, June 15, 2008

Recital de Waltraud Meier


La muy esperada actuación de la gran mezzo wagneriana no defraudó a casi nadie y entusiasmó a muchísimos, entre los que se cuenta este humilde servidor de ustedes. El programa ayudaba notablemente a este logro, ya que unía la calidad y belleza de los Lieder elegidos con su popularidad entre los aficionados. El aroma delicado, ligero o intimista de los Lieder de Schubert Wehmut, Die Forelle, Gretchen am Spinnrad y Nachtstück parece, a primera vista, no compadecerse demasiado bien con el torrente vocal de la brillante Venus o la explosiva Kundry con que nos encandila Waltraud Meier. Sin embargo, y en el tramo schubertiano, la wurzburguesa superó con esplendidez las diferencias estilísticas con su repertorio habitual y nos regaló una percepción muy distinta a la que acostumbramos sentir con los intérpretes habituales del maestro vienés. Fue, paradójicamente, en el de acento más trágico (Der Elrkönig), en el que se me antojó observar cierta inadecuación entre las distintas voces que intervienen en el relato, sorprendentemente mejor expresadas en la angustia del niño que en la seducción alucinada del rey de los elfos o en la desarmada protección del padre jinete. Y en esto llegó Richard Strauss. En su entera y verdadera salsa, desplegó Meier toda su inmensa capacidad de seducción, tanto en la primera parte (Cäcilie, Winterwehe, Wie sollten wir geheim sie halten, Morgen, Befreit, Zueignung) como en la segunda, íntegramente dedicada a los Vier letzte Lieder: la explosión vocal en la sílaba send de la palabra tausendfach del último verso del hessiano Beim Schlafengehen, que sigue sin transición ni solución de continuidad a la suave, ensoñada, modulada y bellísima cantilena de und die Seele unbewacht..., dejó sin respiración al público del Rosalía de Castro.
Tres propinas: Urlicht, el Lied de Mahler del ciclo Das Knaben Wunderhorn, que el autor incorporó más tarde como cuarto movimiento de su segunda sinfonía; Wie rafft ich mich auf in der Nacht, el Lied del opus 32, nº 1, de Brahms, sobre versos de Von Platen; y el jocoso Abschied (Despedida), de los Mörike Lieder de Hugo Wolf, con el que se despidió del entregado respetable.

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