Vaya por delante que estimo a Gustavo Bueno como uno de los filósofos más sólidos y originales de los tres o cuatro últimos decenios y que el libro que quiero muy someramente comentar nada añade ni resta a esta consideración sumaria.
Dicho esto, y renunciando de antemano a la más mínima pretensión analítica, cúmpleme aventurar que Bueno, en Zapatero y el pensamiento Alicia, como los jugadores sin fortuna en el juego de las siete y media, o es excesivo, o es deficitario; o se pasa o se queda corto. Un ilustre buenólatra, José Ignacio Gracia Noriega, periodista y, entre otras cosas, miembro del consejo de redacción de El Basilisco, la revista filosófica que dirige el autor de Ensayos materialistas, comentaba hace poco en un artículo encomiástico la desproporción entre las estaturas intelectuales de Bueno y de Zapatero, de la que se podría inferir que la actividad del primero para demoler la inanidad del segundo era algo así como matar moscas a cañonazos. Mucho de esto, en efecto, habría si el propósito del libro fuese simplemente poner en solfa ciertas formas de "razón" y comportamiento preñadas de sedicente buena fe y "angelical" candidez, propias de curas sin sotana ni orden sacramental, de monjas laicas, de asistentes sociales con pretensiones a poltrona, de prebostes frailunos, de progresistas a la violeta, de majetes "oenegarios" y demás ejemplares de la fauna scout, presentando al actual presidente del gobierno como menguado paradigma de todos ellos. Para ridiculizar los dichos productos mentales y plasmarlos en el rostro, ciertamente un poco pánfilo y algo pazguato, de Don José Luis Rodríguez Zapatero, no es de ninguna manera necesario tan formalizado y exhibicionista aparato académico. Pero ocurre que la diatriba de Bueno tiene un alcance bastante más ambicioso. Porque, como el propio filósofo expresamente manifiesta, lo que él caracteriza como "pensamiento Alicia" no impregna solamente las formulaciones de Zapatero o de Kofi Anan, o la tradición krausista que inspiró a la Institución Libre de Enseñanza, sino que se remonta al mismísimo Kant y sustenta la declaración de derechos del hombre y del ciudadano o la históricamente menos pugnaz declaración de derechos humanos de 1945. Y a este humilde servidor de ustedes le parece que una refutación de tan enorme fuste necesita bastante más que una ristra de despedazamientos sucesivos de pensamientos y enunciados, trenzada con con el incisivo e implacable rigor de la lógica de proposiciones y aderezada con chascarrillos muy poco ingeniosos las más de las veces, preñados de distorsiones siempre, y nunca exentos de mala baba.
Me parece algo sorprendente - sólo algo- no haber encontrado prácticamente ninguna reseña de Zapatero y el pensamiento Alicia que no sea un panegírico de su autor. Los excesos laudatorios superabundan en páginas de la red como El Catoblepas, revista virtual de pensamiento promovida por Bueno y su nutrido entorno, desde la que fácilmente se enlaza con otros faros esclarecidos como El Revolucionario, autoproclamado como "diario global de la izquierda revolucionaria" con el inefable lema de "hacia la séptima generación de la izquierda", o la Fundación para la defensa de la nación española, de prístinas virtudes patrióticas. De más esta decir que los diarios El Mundo o La Razón, y algún otro émulo de provincias como La Nueva España de Oviedo se deshacen en elogios del singular profesor y su obra. Le sobran a Don Gustavo soberbia, discípulos fieles, colegas complacientes, turiferarios oficiosos, tiralevitas aplicados, lameculos aquiescentes y huelepedos diligentísimos. Y, permítaseme decirlo de manera abrupta, le faltan ecuanimidad, decencia y personas de altura dispuestas a cantarle las cuarenta. Claro está que no es fácil y sí bastante peligroso darle la batalla en su propio terreno. Al profesor le resulta extremadamente fácil y divertido arrancar el motor de la apisonadora materialista, con tracción al rodillo y a las cuatro ruedas y árbol de levas con cierre categorial, para aplastar a quien ose ponérsele por delante con "argumentaciones". No es fácil y es peligroso, pero también es posible. Vaya esto como invitación a los filósofos del país a que se ejerciten en el arte de la refutacion eficaz. A los no filósofos y demás gentes del común, bástenos con ejercitar el derecho al exabrupto.
Con el mismo despliegue metodológico con que ahora tritura la tesis de la alianza de civilizaciones o la paremiología popular ("hablando se entiende la gente"), podría Gustavo Bueno haber bombardeado en su día el núcleo de pensamiento que lleva a afirmar la existencia de un "eje del mal" o pulverizado las razones para la invasión Irak, caracterizándolos tal vez de "pensamiento Frankenstein" o de "pensamiento Pinocho" (María Shelley y Carlo Collodi pueden dar casi tanto juego como Lewis Carrol) y plasmándolos, sólo por mímesis, en el rostro avinagrado e híspido del anterior presidente del gobierno. Pero es obvio que en nuestra sociedad, dizque de libre mercado, cada quien está en su perfecto derecho de elegir los destinatarios de sus andanadas y los beneficiarios y compañeros de viaje de sus aventuras intelectuales. Quédese el insigne riojano con Zapatero como muñeco o mono del pimpampum, y con sus acólitos, neolectores, jamás lectores, hebdolevógenos, genoveses, inMundos, , sinRazonistas, catoblepásicos AMBG (colaboradores de El Catoblepas "ad majorem Boni gloriam") como coro laudatorio agradecido.
No es necesario añadir, pero lo hago por mi incorregible afición a la redundancia, que reputo a Zapatero y el pensamiento Alicia como libro perfectamente prescindible que a nadie, salvo a su autor, a la editorial Temas de Hoy (Grupo Planeta, oiga), y a los beneficiarios ya enunciados, puede enriquecer en ningún sentido, pero que sugiere, por contraste y una vez más, la necesidad urgente que tenemos de un pensamiento fuerte y honesto, capaz de remover y desperezar el letargo que venimos padeciendo quienes , estúpidamente al parecer, seguimos defendiendo las opciones transformadoras hacia una sociedad más justa.
Pido disculpas por la ordinariez que voy a perpetrar rematando esta soflama con un refrán. Se dice "a la vejez, viruelas" para llamar la atención sobre la inconveniencia de lo extemporáneo. La conseja me parece de aplicación al asunto que nos ocupa, se la brindo y ofrezco a Don Gustavo Bueno para su disección lógica, y me trae a la memoria que hubo alguien, a quien los actuales cánones de la corrección política impiden citar por su nombre, que escribió algo que tituló El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Tal vez por explicable imprevisión, olvidó escribir una segunda parte que podría bien haber titulado El (ultra)derechismo, enfermedad senil del comunismo.
Sospecha vil: ¿Seguiría el gran timonel Gustavo Bueno la misma derrota que lleva trazada desde hace años de haber recibido él, y no el tuercebotas aliciano llamado Jürgen Habermas, el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, no ya en 2003 sino bastante antes de 1991, año en que María Zambrano, otra que tal baila, recibe el de Comunicación y Humanidades?
Me parece algo sorprendente - sólo algo- no haber encontrado prácticamente ninguna reseña de Zapatero y el pensamiento Alicia que no sea un panegírico de su autor. Los excesos laudatorios superabundan en páginas de la red como El Catoblepas, revista virtual de pensamiento promovida por Bueno y su nutrido entorno, desde la que fácilmente se enlaza con otros faros esclarecidos como El Revolucionario, autoproclamado como "diario global de la izquierda revolucionaria" con el inefable lema de "hacia la séptima generación de la izquierda", o la Fundación para la defensa de la nación española, de prístinas virtudes patrióticas. De más esta decir que los diarios El Mundo o La Razón, y algún otro émulo de provincias como La Nueva España de Oviedo se deshacen en elogios del singular profesor y su obra. Le sobran a Don Gustavo soberbia, discípulos fieles, colegas complacientes, turiferarios oficiosos, tiralevitas aplicados, lameculos aquiescentes y huelepedos diligentísimos. Y, permítaseme decirlo de manera abrupta, le faltan ecuanimidad, decencia y personas de altura dispuestas a cantarle las cuarenta. Claro está que no es fácil y sí bastante peligroso darle la batalla en su propio terreno. Al profesor le resulta extremadamente fácil y divertido arrancar el motor de la apisonadora materialista, con tracción al rodillo y a las cuatro ruedas y árbol de levas con cierre categorial, para aplastar a quien ose ponérsele por delante con "argumentaciones". No es fácil y es peligroso, pero también es posible. Vaya esto como invitación a los filósofos del país a que se ejerciten en el arte de la refutacion eficaz. A los no filósofos y demás gentes del común, bástenos con ejercitar el derecho al exabrupto.
Con el mismo despliegue metodológico con que ahora tritura la tesis de la alianza de civilizaciones o la paremiología popular ("hablando se entiende la gente"), podría Gustavo Bueno haber bombardeado en su día el núcleo de pensamiento que lleva a afirmar la existencia de un "eje del mal" o pulverizado las razones para la invasión Irak, caracterizándolos tal vez de "pensamiento Frankenstein" o de "pensamiento Pinocho" (María Shelley y Carlo Collodi pueden dar casi tanto juego como Lewis Carrol) y plasmándolos, sólo por mímesis, en el rostro avinagrado e híspido del anterior presidente del gobierno. Pero es obvio que en nuestra sociedad, dizque de libre mercado, cada quien está en su perfecto derecho de elegir los destinatarios de sus andanadas y los beneficiarios y compañeros de viaje de sus aventuras intelectuales. Quédese el insigne riojano con Zapatero como muñeco o mono del pimpampum, y con sus acólitos, neolectores, jamás lectores, hebdolevógenos, genoveses, inMundos, , sinRazonistas, catoblepásicos AMBG (colaboradores de El Catoblepas "ad majorem Boni gloriam") como coro laudatorio agradecido.
No es necesario añadir, pero lo hago por mi incorregible afición a la redundancia, que reputo a Zapatero y el pensamiento Alicia como libro perfectamente prescindible que a nadie, salvo a su autor, a la editorial Temas de Hoy (Grupo Planeta, oiga), y a los beneficiarios ya enunciados, puede enriquecer en ningún sentido, pero que sugiere, por contraste y una vez más, la necesidad urgente que tenemos de un pensamiento fuerte y honesto, capaz de remover y desperezar el letargo que venimos padeciendo quienes , estúpidamente al parecer, seguimos defendiendo las opciones transformadoras hacia una sociedad más justa.
Pido disculpas por la ordinariez que voy a perpetrar rematando esta soflama con un refrán. Se dice "a la vejez, viruelas" para llamar la atención sobre la inconveniencia de lo extemporáneo. La conseja me parece de aplicación al asunto que nos ocupa, se la brindo y ofrezco a Don Gustavo Bueno para su disección lógica, y me trae a la memoria que hubo alguien, a quien los actuales cánones de la corrección política impiden citar por su nombre, que escribió algo que tituló El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Tal vez por explicable imprevisión, olvidó escribir una segunda parte que podría bien haber titulado El (ultra)derechismo, enfermedad senil del comunismo.
Sospecha vil: ¿Seguiría el gran timonel Gustavo Bueno la misma derrota que lleva trazada desde hace años de haber recibido él, y no el tuercebotas aliciano llamado Jürgen Habermas, el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, no ya en 2003 sino bastante antes de 1991, año en que María Zambrano, otra que tal baila, recibe el de Comunicación y Humanidades?
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