Saturday, March 31, 2007

La Traviata en Vigo


La temporada 2007 en Vigo, promovida por la Asociación de Amigos de la Ópera de la ciudad, quedó inaugurada con esta representación de La Traviata, precedida de una mesa redonda en la que participaron el director musical, el director artístico, las tres voces principales y el productor, y que tuvieron lugar, respectivamente, los días 30 y 29 de marzo de 2007 en el Centro Cultural Caixanova. En la mesa redonda quedaron satisfactoriamente explicadas las razones de una puesta en escena, las peculiaridades compositivas de la obra y las características vocales y psicológicas de cada uno de los personajes, así como sus dificultades vocales, especialmente las de la protagonista, Violeta Valéry. Cuando al día siguiente tuvimos ocasión de ver y oír lo que se nos había anunciado, la impresión fue un tanto confusa. La puesta en escena, menos rompedora y provocativa que menesterosa y precaria, más ocurrente que imaginativa, provocó, en el primer acto, el rechazo (más bien pudibundo), de muchas damas del público. Creo que no había razón para el reproche. Creo también que el intento es manifiestamente mejorable. No tengo ningún reparo en que se muestre, en toda su crudeza y desnudez, la condición de prostituta de la protagonista, siempre que no se olvide que la Valéry es una cortesana, es decir, una meretriz de lujo, que se desenvuelve entre aristócratas y multimillonarios. Y la escenografía de Filiberto Montesinos, con dirección de escena de Federico Figueroa, aún con su aire de misterio de "sociedad secreta" (en la línea de Eyes wide shut de Kubrik, según ilustró el productor en la mesa redonda), evoca mejor un puticlub de frontera que un salón orgiástico de fornicio plutocrático. La extrema sobriedad del jardín de la casa de campo de Violeta, la elementalidad "lampadaria" del salón de Flora Bervoix y la sustitución del dormitorio de Violeta por una sala de hospital van en mejor línea, aunque me temo que hacen de la necesidad virtud, como también la hacen el vestuario de rebajas que lucen la práctica totalidad de los personajes, desde el combinado de la protagonista (que se puede observar en la fotografía) al inefable conjunto de chaqueta, pantalón y zapatos de Germont padre, más propio de un tratante de cabras que de un hacendado provenzal. No es mala idea, sin embargo, la inclusión de bailaoras y bailaores en la fiesta de disfraces: la misma música "seudogitanohispana" que Verdi le puso a la escena la propicia.
En lo propiamente musical, vamos a dejar en un piadoso olvido la totalidad del primer acto, en que no se salvó ni dios. Con la llegada de Giorgio Germont, las cosas empezaron a mejorar progresivamente hasta alcanzar un nivel de calidad y emoción algo más que aceptables en el tercer acto, con un Addio del passato templado y firme, un Parigi, o cara condenado por la absoluta falta de delicadeza de Marcello Bedoni pero redimido por la intercesión de Svetla Krasteva, y un Gran Dio! Morir sì giovine a la altura de las exigencias. El triunfador de la noche fue, sin duda, el barítono Luis Cansino (vigués, según manifestación propia, aunque nacido en Madrid según el programa de mano), que hizo un Giorgio Germont seguro y recio, pero también sutil, con un color de voz preciso y hermoso. El rol protagonista, desenvuelto por una Svetlana Krasteva fría y descolocada hasta la mitad de la función, se resintió notablemente durante todo el primer acto (en el que hasta el tópico brindis quedó deslucido y soso), con unas agilidades forzadas e inseguras y unos arranques desentonados que hicieron del Sempre libera un incesante manantial de zozobras. Como ya quedó dicho, la soprano búlgara se redimió (y redimió a otros) a partir de la mitad del segundo acto. No tuvo suerte el frágil personaje de Alfredo con su ejecutor Marcelo Bedoni, física y vocalmente más próximo a un rufián de taberna que a un enamorado romántico y doliente. Las secundarias Annina (Pilar Moro) y Flora Bervoix (Milagros Martín), una de trapillo y otra de gala, se mostraron como las dos intérpretes mejor vestidas del elenco y, en lo canoro, estuvieron a la altura exigible de sus breves intervenciones.
Capítulo aparte, y en negativo, merece la Orquesta Sinfónica de Gijón. Dirigida por el joven Óliver Díaz, está aún demasiado verde para acometer empresas de la envergadura de La Traviata. Es bueno y saludable que proliferen orquestas y formaciones musicales, y en cuantos más lugares mejor. Pero, por el momento, el conjunto gijonés está aún muy lejos de poder siquiera competir con su coterránea Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Hay, pues, que congratularse de su existencia y que desearle un futuro brillante. Pero hay también que reflexionar sobre la conveniencia de que las expresiones artísticas sobrepasen los afanes meramente localistas.

Tuesday, March 27, 2007

El Holandés errante, visto por Darío Comesaña


Darío Comesaña es, entre otras muy notables cosas, miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Amigos de la Ópera de Vigo. No hace mucho que lo conozco, pero estoy en condiciones de afirmar que es hombre de aguda inteligencia, de profundos saberes y amplias erudiciones, amante sincero de la música, wagneriano devoto y persona excelente y excelentemente bien educada. Con todas estas virtudes, y con una habilidad envidiable en el manejo de las nuevas tecnologías auditivas y visuales, nos regaló ayer una charla que, en el marco del ciclo La Ópera y el Mar: el barco de las pasiones, pronunció en el salón de actos del Centro Cultural Caixanova en Vigo. Rigor, precisión, sensibilidad, orden, método, amenidad y conocimientos extensos y magníficamente relacionados fueron las prendas principales de esta conferecia digna de memoria. Cantadas las virtudes de expositor y discurso, cúmpleme ahora manifestar una humilde discrepancia con la visión de Darío de esta ópera inspirada en un breve relato de Heine, que el propio Wagner caracterizó como síntesis de dos mitos: el viaje de Ulises a Ítaca y la leyenda del judío errante.
Observa Darío en Senta, la protagonista femenina de la ópera, una infinita piedad ascética (pietista, se diría) que la mueve invenciblemente a la redención del sufrimiento inextinguible a que está condenado el desdichado holandés por su temeraria blasfemia pretérita. Veo yo, con su permiso, una profundísima "com-pasión" amorosa (humana, demasiado humana) que la lleva hasta el último sacrificio en su finalmente desesperado ímpetu redentor. Coincidimos ambos en los afanes salvíficos de Senta, pero Darío la santifica y yo la planto en la tierra. Por eso mismo, me gusta de la puesta en escena de Harry Kupfer (la que se nos mostró en la conferencia) que Senta no se arroje al mar sino que se precipite en el duro suelo, desde el que la posibilidad de emerger en vuelo ascendente hacia los cielos es absolutamente nula. Pienso también que esta solución, sólo en apariencia "fuera de libreto", se compadece mejor con las cosmovisiones de Wagner y de Heine, tan distintas e incluso contrarias, pero convergentes en su negación de cualquier forma de transcendencia. Admito, por supuesto, la refutabilidad absoluta de mi opinión, pero debo aclarar que creo sinceramente que no se sustenta en mi condición de ateo practicante, sino en principios de orden estético. Mi ateísmo es, desde luego, radical, hasta el punto de defender la certeza de que la religiosidad y el instinto de rapiña son, por ese mismo orden, las dos causas principales de la imposibilidad de la utopía de un gobierno justo en el mundo. Es radical, pero no intransigente: está dispuesto incluso a admitir que Voltaire haya pedido confesión en su lecho de muerte o que Heine, atacado de insufrible esclerosis múltiple, invocase al "eterno" en su dolor constitutivo, aunque me parezca mucho más plausible que el primero se siguiese riendo de Agustín Calmet, el abad de Senon, y el segundo maldijera hasta la mismísima "creación". Esta "tolerancia" obedece a convicciones sinceras, pero también a una consideración un tanto pragmática y bastante poco heroica: provocar a los creyentes es un negocio muy poco rentable y extremadamente peligroso (basten como muestras las fetwas islámicas, los manifiestos de la Conferencia Episcopal o los exabruptos de su órgano de radiodifusión).
Es una lástima que estos comentarios y observaciones, que no tienen vocación de impertinentes, se hagan por escrito y en diferido. Sugiero a los Amigos de la Ópera que den turno de palabra (breve) a los asistentes a las charlas que organizan. Si así lo hacen, prometo solemnemente, por Mozart y por mi honor, no abrir la boca, para bien ni para mal, en ninguno de esos turnos: Vade retro.

Monday, March 05, 2007

Anna Netrebko & Rolando Villazón: Duets


Anna Netrebko & Rolando Villazón: Duets
Las astucias son siempre las mismas, pero el sello amarillo hace cada vez mejor sus trampas publicitarias. El "videoclip" de La Bohème ("O, soave fanciulla") es puro caramelo recalentado, pero funciona. ¡Vaya si funciona! Se ve con claridad que me estoy aproximando acelerada y peligrosamente a la condición de viejo libidinoso. Debería tener más en cuenta el conocido lamento que Shakespeare pone en boca del ridículo Falstaff, que Orson Welles recoge en Campanadas a medianoche, y que se refiere al deseo, a la potencia y a la mísera condición humana.

Saturday, March 03, 2007

Victoria de los Ángeles

La discográfica catalana Columna Música ha concebido la idea excelente de publicar grabaciones más o menos inéditas de la gran soprano barcelonesa y comienza la andadura con este disco, que recoge los recitales de Tokyo de los años 1988 y 199o y contiene seis lieder de Schumann, otros cuatro de Schubert, las Cinq Mélodies populaires grecques, de Ravel, tres chansons de Hahn, las Cinc Cançons tradicionals catalanes, de Manuel Garcia - Morante (que es quien la acompaña al piano), El paño murciano, de Nin, y dos propinas: El majo tímido, de Granados; y El Vito, de Nin. Recomiendo con entusiasmo la audición detenida de estas veintiseis joyas no sólo como merecidísimo homenaje a la más cristalina de las voces líricas del siglo pasado, sino como ejercicio de goce sobresaliente.