Tuesday, June 13, 2006

DOS SONETOS LAUDATORIOS


DOS SONETOS LAUDATORIOS AL EXCELENTÍSIMO SEÑOR
PRESIDENTE DEL GOBIERNO

Jefe eres popular y carismático,
Orador de verbo fácil, preciso,
Sabio, cabal en el decir, conciso,
Elegante, viril, de perfil ático.
Mereces ser considerado como
Avezado estadista, gran político,
Robusto prócer de talante crítico,
Infatigable cid de recio aplomo.
Aquellos que negaron tu talento
Antes de conocerte deberían
Zambullirse entre el oprobioso lodo.
No sin tacha asimismo quedarían
Aquellos que de uno u otro modo
Reacios son a ver tanto portento.
Entre una turbamulta de corruptos
Supiste alzar tu voz siempre tronante,
Ungido por la gracia del desplante,
No dudaste en correr riscos abruptos.
Pujol te requiere, cúmplete Anguita,
Ilustre tribuno; tu buen gobierno
Justo en el fondo, pulido en lo externo,
A muchos deja lo que a pocos quita.
Tardará España en alcanzar un día
Regidor como tú, don tan preciado,
Ínclito varón, cuya nombradía
Se hace universal, y será pecado
Tenerte por maldad o por falsía
Eludido o del poder apartado.

Según consta en el registro de Word, escribí estas ripiosas y truculentas rimas, el día 2 de febrero de 1999, a imitación de las que Balbontín hiciera publicar en La Nación, el diario oficioso de la dictadura del general Primo de Rivera. Creo recordar que el acróstico de Balbontín rezaba Primo es borracho*. No me conformé con un solo soneto y perpetré dos, pretendiendo ser menos contundente. No he vuelto a revisar los versos, muy posiblemente mal medidos y con seguridad horros de ritmo y gracia. Que las musas y Balbontín me perdonen. No creo, sin embargo, que deba pedir disculpas, al ex-presidente del Gobierno, dado que debe estar fuera de toda duda -y así lo deseo manifestar de modo expreso- que está totalmente ausente el animus iniuriandi, aunque no el animus iocandi. Sólo el deseo de divertirme y, si posible fuese, divertir, me ha movido. Se trata, con toda evidencia, de un juego inocente, totalmente exento de malicia y así espero que se entienda por parte de los muy improbables lectores.

*En efecto, según he podido comprobar, el 14 de abril de 1929, La Nación publicaba, bajo seudónimo, el siguiente soneto:

Paladín de la Patria redimida,
Recio soldado que pelea y canta,
Ira de Dios que cuando azota es santa
Místico rayo que al matar es vida:

Otra es España a tu virtud rendida;
Ella es feliz bajo tu noble planta;
Sólo el hampón, que en odio se amamanta,
Blasfema ante tu frente esclarecida.

Otro es el mundo ante la España nueva;
Rencores viejos de la edad medieva
Rompió tu lanza, que a los viles trunca.

Ahora está en paz tu grey bajo el amado
Chorro de luz de tu inmortal cayado
¡Oh pastor santo! ¡No nos dejes nunca!


Monday, June 12, 2006

Las memorias de Lorenzo da Ponte


Dejo iniciada esta reseña apenas comenzada la lectura del libro, porque no podría perdonarme la omisión de comentar tan sabroso bocado

Metaliteratura de excelente ley: El pecho, de Philip Roth


Creo que fue en 1972 cuando se publicó en Nueva York esta novela tan referencial, en cualquiera de los sentidos que al adjetivo se le pueda y se le desee dar. Creo también que la edición de Mondadori, recién aparecida en el mercado, con traducción de Jordi Fibla, es la primera que se publica en España. Si así es, sorprende bastante que se haya tardado treinta y cuatro años en dar a conocer a los lectores españoles este inquietante relato

Sunday, June 11, 2006

La Cena, de Brisville

Como muy bien dice Andrés Sobrino, amigo excelente, conocedor abundoso de todas las literaturas, degustador y amante de las artes escénicas, cada vez que tenemos ocasión de disfrutar del teatro de texto, agradecemos la oportunidad que se nos da con justificado entusiasmo. Y esto es lo que ocurrió el otro día con la representación de La Cena, de Jean Jacques Brisville, con Josep María Flotats y Carmelo Gómez, que recorren ahora los teatros de provincias después de más de un año de éxito continuado en Madrid. Como es sabido, Brisville propone una plausible reconstrucción hipotética de lo que pudo haber sucedido en la noche del 6 al 7 de julio de 1815, día en que Talleyrand, sostenido por Fouché ("el vicio del brazo del crimen", en palabras de Chateaubriand) entra en la cámara regia del que se dispone a ser Luis XVIII, ya en Saint Denis y con Napoleón definitivamente caído. Ambos prodigios de corrupción, desvergüenza, indignidad, oportunismo y capacidad de supervivencia política son conscientos de que la única posibilidad que tienen de salvar el pellejo y la carrera depende de lo que el otro pueda maquinar: llegar, pues, a un acuerdo de circunstancias resulta vital para cada uno de ellos. Los dos tienen poderosísimas razones para odiarse y desconfiar del otro. Los dos sienten la necesidad de amedrentar y de destruir las posibles estrategias de su rival y necesario aliado. Uno y otro tienen la astucia de una rata de alcantarilla y la ilimitada capacidad letal de una serpiente venenosa. En el forzado acuerdo no puede, pues, haber vencedor ni vencido: ambos perecerían con la derrota de su enemigo. El sanguinario palurdo no despecia menos al aristócrata putrefacto que éste a aquél, pero se necesitan mutuamente.
Los diálogos son mucho más que ingeniosos: son de una finísima sutileza y una infrecuente inteligencia. La deuda del autor con Chateaubriand, cuyas Memorias de ultratumba se citan en off en la escena final, es evidente y explícita, pero no supone ningún lastre para la creación dramática y el vivaz desarrollo de la situación.
Dos monstruos de las tablas, el histriónico Flotats y el sobrio Carmelo Gómez ponen vida y derrochan talento en la encarnación de dos personajes que parecen hechos a medida para sus respectivas habilidades.

Saturday, June 10, 2006

Il dissoluto punito, de Ramón Carnicer


Lo que ayer, en primicia, hemos visto y escuchado, dentro de la programcación del festival Mozart, es un más que obvio refrito mozartiano-rossiniano, un saludablemente descarado pastiche vienés-belcantista. Por esas mismas razones, está de más cualquier comparación que se estuviera tentado a hacer con los maestros de Salzburgo y Pesaro. El mismo texto de Lorenzo da Ponte al que Mozart puso música, con algunos añadidos y unas pocas más supresiones, con un orden secuencial algo cambiado (que en nada afecta al conjunto de la trama) y prescindiendo por completo del final "moralizante", sirve a Ramón Carnicer para su incursión en terrenos no por trillados menos inquisitivos. Decíamos que estaban de más las comparaciones y no las haremos. Desde la obertura, están muy claras las resonancias y las referencias e incluso alguna cita textual musicalmente explícita: ¿qué importa, pues, que poco más tarde el aria del catálogo sea más melancólica y mucho menos punzante que la de Mozart o que, ausentes los personajes de Zerlina y Massetto, asuman alguna de sus peripecias Dona Anna y Don Ottavio (un zampabollos avant la lettre, más tonto aún que el que perfila Mozart ), o incluso que el papel de Donna Elvira esté notablemente desdibujado? Carnicer pretendía mucho más ensayar y homenajear que emular o competir. Baste pues constatar que su intento y su propósito tienen logros y aciertos muy sobresalientes, entre los que es obligado destacar las secuencias finales de cada uno de los dos actos que alcanzan muy elevadas cotas de nobleza, hermosura musical y dramatismo de buena ley.
Sí conviene llamar un poco la atención sobre las peculiaridades del personaje principal en la ópera de Carnicer. El burlador disoluto, encarnado por un tenor y no por un barítono, olvida en algún momento su propia condición y llega a enamorarse de Donna Anna y a confesar miedo en la escena del cementerio. Sutilezas éstas bien captadas y expresadas por el joven intérprete ruso Dimitri Korchak, especialmente bien entonado y brillante. Muy correcto el barítono polaco Wojtek Gierlach como Commendatore, muy noble y templada la voz de la soprano italiana Annamaria dell'Oste, conjugando coloratura y dramatismo con competencia más que suficiente, discreto el Don Ottavio de Juan Luque Carmona, difícilmente calificable la Donna Elvira de Enrica Fabbri y muy prometedor José Julian Frontal como Leporello. Magistral, como siempre, la batuta de Zedda al frente de la ya muy consagrada Sinfónica de Galicia
En el entreacto tuve ocasión de intercambiar unos breves comentarios con el muy ilustre crítico Arturo Reverter. No le gustó nada al excelso mozartiano de la revista Scherzo la puesta en escena de Damiano Michieletti, con escenografía de Edoardo Sanchi y vestuario de Carla Teti. Pido permiso para discrepar humildemente de tan reputada opinión. Es sorprendente, pero muy eficaz y, paradójicamente nada fría, la idea de ambientar la trama en una modernísima cocina profesional, alicatada hasta el techo, y también en el techo, que permite figurar los distintos escenarios con engañoso minimalismo. Espléndida la versatilidad del vestuario que permite convertir un equipo de cocineros en un ejército infernal o un chef en un majestuoso Comendador pétreo. En cuanto a la presencia de procaces bailarinas de revista que, con máscara de cerditas, van pautando la escena del intento de seducción, me parece, al contrario que a Reverter, muy poco banal y de lo más propio: sugieren muy adecuadamente una orgía chillona, muy acorde con el resto del planteamiento escénico. Las mismas tres guarrillas ilustran muy convincentemente el banquete final, festín de lujuria y no de gula: queda muy evidente cual es la clase de faisano que Don Giovanni degusta con bocconi di gigante y cuales son las sobras que Leporello desea compartir.

Sunday, June 04, 2006

Otra vez el Festival Mozart

En esta edición de 2006, no cogí el abono y hube de contentarme con cuatro espectáculos sueltos que se celebran en fines de semana. El primero de ellos tuvo lugar ayer en el teatro pequeño, con escenario en obras. Era sábado, no martes, ni viernes. Era día 3 y no 13. Sin embargo, alguna maléfica confluencia astral debió de producirse, porque sólo de ese modo puede explicarse que, con sólo treinta minutos de diferencia y en el reducido ámbito del odeón, la soprano Isabel Monar estuviese a punto de romperse la crisma, con resultado final de sólo leves desgarros en su elegante vestido azul de raso, y el joven pianista Rubén Fernández Aguirre perdiese una partitura. Con retoques en el orden del programa, el recital se desarrolló de manera musicalmente irregular. Por orden inverso a la agudeza de sus respectivos timbres, los tres solistas hicieron sus presentaciones vocales con Martín y Soler. Así pues, el barítono David Menéndez entonó una Preghiera algo fría, pero muy correcta; la mezzo Marina R. Cusí despachó Da parte gli scherzi, de L'arbore di Diana, con natural elegancia, y la soprano Isabel Monar se repuso de su percance con simpática entereza y cantó Consola le pene mia vita, de Una cosa rara, con solvencia más que suficiente.
Continuó la primera parte con los deliciosos Notturni de Mozart. Estas piezas de precisión, estos mecanismos de relojería artesanal y bellísima son una trampa mortal para navegantes mozartianos. Y en esta trampa estuvieron a pique de perecer los tres animosos héroes de la velada. Faltó temple, faltó concertación, sobraron voluntades aisladas y el el peligro de naufragio se vivió con angustia apenas mitigada con el respiro del intermedio.
El inicio de la segunda parte no contribuyó a ahuyentar los nubarrones: el joven Menéndez se olvidó por completo de que estaba cantando Mozart y atacó el aria de concierto Mentre ti lascio o figlia con una forza verdiana absolutamente fuera de lugar. Moderó el despropósito la mezzo Cusí poniendo vida y empeño en una Ombra felice ... io ti lascio muy estimulante, y sol radiante y vientos templados y favorables iluminaron y tensaron las velas con el espléndido Ch'io mi scordi di te que nos regaló una Isabel Monar en estado de gracia, pese a algunas levísimas imprecisiones de legato. Los tres intérpretes se redimieron por completo con cinco tercetos inspirados y sentidos, entre los que se encontraban el onomatopéyico Auf den Tod einer Nachtigall, el masónico Dir, Seele des Weltalls y el desfachatado Das Bandel. El público aplaudió con más que justificada generosidad y los artistas nos brindaron un muy premeditado y bien cantado Soave sia il vento, fuera de programa. Todos salimos reconfortados y contentos. Lástima que el desgarro del precioso vestido de Isabel Monar no haya sido muchísimo mas amplio y mejor colocado; es buena moza, rotunda y sugerente de cintura para abajo, elegante y sutil de cintura para arriba, de rostro expresivo, bello y armónico: pone.