Sunday, January 01, 2006

Lili Marleen: Ein Antimarsch


Estreno el año 2006 con la edición casera de un disco compacto de tema tema monográfico: Lili Marleen. Este entretenimiento de ociosos que consite en bajar música de la red con garantías legales me está ocupando últimamente más tiempo del que puede resultar saludable. A veces, obtengo resultados como éste, que permiten satisfacer la curiosidad de reunir en un volumen piezas homogéneas que obedezcan a una lógica más o menos caprichosa y, en este caso, obvia. Después, lo empaqueto en una caja provista de sus correspondientes portada y contraportada e incluso, en ocasiones, me permito incluir algún comentario de mi cosecha más o menos apañado. Transcribo en el blog el que hice para esta ocasión. Pobres vanidades de un infeliz diletante.
¿Por qué una "antimarcha"?. Es innegable que fue una marcha militar cantada en las dos guerras -pese a Göbbels en la segunda- que asolaron a la Europa y al mundo del siglo pasado. Pero no lo es menos que hay algo en el sencillo y melancólico lirismo de su letra y en la dulzura y la sentimentalidad de su melodía cadenciosa que nos inclina no ya a despojarla de su uniforme castrense sino a adoptarla como una balada tierna y terrible, como una canción de amor muy intensa y muy pobre. Sin duda, estas virtudes intrínsecas y su popularidad, más que una por otra parte indiscutible voluntad de contraafirmación política, llevaron a muchos intérpretes a "representarla" en muy variados estilos, que sólo tienen en común una explícita negación de su carácter militar, aún cuando alguno de estos intérpretes subraye con patetismos diversos su belicismo originario. Es el caso de la versión de Ute Lemper, que con maravillosa sutileza de cabaret berlinés ilustrado, refina hasta extremos inimaginables la entonación de palabras y notas, sin renunciar al comprometido recitado final bilingüe, tal vez un tanto prescindible. También canta en inglés alguna de las estrofas. Incurre Milva en parecido subterfugio, acentuando fanfarrias, trompeterías y rítmicas tamborradas que alcanzan el apoteosis en el bombardeo final digno de Coppola padre. El cabaret necesita aquí de los efectos especiales, algo reñidos con su desnuda naturaleza. Como no podía ser de otro modo, es también cabaretera, pero no obvia, la versión de Edith Piaff. El gorrión, con su alemán arrabalero, no necesita mostrar sus cartas para transmitir con toda eficacia artística la impresión de ser una resistente obligada a cantar para un público colaboracionista. Su paisana de la siguiente generación, la bellísima Marie Laforet, luce un francés infantil y perverso, muy útil para derrotar seduciendo. La grabación incluye nada menos que tres versiones de la suprema y referencial Marlene Dietrich (está ausente Lotte Lehmann). En la primera comparte "track" con Vera Lynn, cada una en su lengua. Una grabación en vivo y otra de estudio, expresionista y sensual como ninguna otra, completan la triada y cierran el disco.
El trabajo de James Last, con guitarra, cítara y orquesta, es virtuoso y lírico: lástima que la edulcoración y el "preciosismo" hortericen el empeño. Otra versión instrumental, la de Billy Vaughn, muestra la idoneidad de la bigband glennmilleresca para la adaptación audaz de cualquier tema.
Dolores Keane, en línea parecida a la de Vera Lynn, aporta "swing" y modestia. Kid Creole y sus golfas Coconuts osan, con envidiable desfachatez y frescura, calzarnos una versión "pop-rock" estimulante, cañera y deliciosamente gamberra.
No podía faltar una versió ortodoxamente militar, a cargo de banda desconocida, con aires marciales más yanquis que germánicos.
Por último, Freddy Quinn, en peculiar alemán, se pronuncia con solemnidad de pastor presbiteriano y cursilería de "crooner" de provincias, pero no canta nada mal.
Quedan fuera muchas más que otras tantas versiones notables de este icono del siglo XX. Se podría intentar una nueva incursión.
Posted by Picasa